Pájaro y Julián Maeso | crítica

Derroche de riqueza musical

  • El Pájaro de Andrés Herrera voló el jueves en el CAAC hasta alturas infinitas, acompañado por Julián Maeso, que le dio a sus canciones un gran empaque de soul con el clasicista sonido de su órgano Hammond.

Andrés Herrera llegó y venció

Andrés Herrera llegó y venció / El Caballero Oscuro

Volvieron a hacerlo. Ver a Pájaro en directo volvió a ser una satisfacción para el cuerpo y los sentidos. Sonaron de forma impecable; desde el primer instrumental Corre chacal, corre se mostraron fuertes, arriba de todo. De principio a fin, con una soberbia reinterpretación del Apache de los Shadows al que el hammond de Julián Maeso sacó de los convencionalismos de una pieza de guitarras representativa del sonido de una época, Pájaro mantuvo una tensión de espectáculo que muy pocas bandas son capaces de conseguir. El concierto no decayó nunca. Recorrieron todos los caminos posibles, desde el rock and roll americano más clásico, con un Andrés Herrera transfigurado en Johnny Cash a la hora de cantar Sagrario y Sacramento con una voz más rotunda y profunda que en el disco, hasta la reinvención de la canción italiana que es Viene con mei, pasando por el comprometido cantautor que insufla nueva vida al mítico A galopar; todo en perfecta simbiosis con el rock más universal.

La guitarra de Raúl Fernández refulgía en sus solos y la trompeta de Ángel Sánchez, al tomar el relevo del solo de órgano de Maeso, marcó a fuego un Dogo’s walk como nunca habíamos escuchado antes. Para entonces Maeso ya se había fundido totalmente con Pájaro, a los que le acababa de incrustar su clasicista sonido en las tres canciones de los discos donde él participa también y que aquí nos lanzaron del tirón: Guarda che luna, Los callados y Las criaturas. Maeso nos saludó al subir al escenario con unos aires de Booker T que nos trasladaron a Memphis, donde su voz pantanosa nos mantuvo con un Jamacuco que parecía salido de un disco de Stax.

Cuando la banda volvió a quedarse sola iniciaron el final del camino de una forma nueva, sin concesiones a la fiesta, a la celebración del lucimiento fácil, sino subrayando la riqueza musical de las canciones para minorías que contiene su obra discográfica, y sonaron Costa Ballena, Luces rojas y El tabernario, piezas de una belleza inexplorada con las que el Pájaro voló hasta alturas infinitas.

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