Ayer murió en Sevilla, ciudad en la que residía, la cantaora Pepa de Benito. Josefa Peña Reyes nació en Utrera en 1937. De Benito conoció el cante desde la cuna ya que era nieta de Fernando Peña, el mítico Pinini, uno de los grandes creadores de los cantes utreranos. Su padre, Benito, era también cantaor, aunque no llegó a ser profesional. Muchos miembros de esta saga fueron artistas aunque sólo algunos llegaron a ser profesionales. Uno de los que sí alcanzó la profesionalidad fue el guitarrista Pedro Bacán, primo de Pepa de Benito. Fue precisamente Bacán el que convenció a la cantaora de que su arte debía ser conocido más allá del estricto ámbito familiar y de amigos. Así en plena madurez la cantaora se enroló en el grupo de Bacán El Clan de los Pinini. La formación, en la que también militaban otros miembros de la familia como Inés Bacán, hizo varias giras por España y, sobre todo, por Francia, lugar donde era particularmente apreciado el arte de la cantaora. Con este grupo registró De Benito los álbumes Noches gitanas en Lebrija (1991), Chants de forges & de fetes (1992) y Le clan des Pinini (1997), editados en el país vecino. Tras la trágica muerte de Pedro Bacán, De Benito continuó su carrera con Antonio Moya, discípulo del guitarrista lebrijano. Con Moya registró la cantaora su único disco en solitario, Yo vengo de Utrera (1999).

Su cante era característico de Utrera y de esta familia de los Pinini, estilo al que Pepa de Benito se mantuvo fiel, sin hacer concesiones a otras estéticas, a otras geografías. Un cante extraño y familiar al mismo tiempo. Excepcional, en rara conjunción de madurez e ingenuidad, subrayada por la condición de no profesional que la cantaora mantuvo la mayor parte de su vida. Con el peculiar compás retardado de esta zona. Con la soleá por bandera y un repertorio limitado y enjundioso. Era, como no podía ser menos, una extraordinaria intérprete de las cantiñas del Pinini así como de fandangos por soleá, bulerías y seguiriyas.