Crítica de Teatro

Pickman no se acaba nunca

Como suele ser norma, no le falta un perejil a la producción de Álvarez-Ossorio, y puede que en esta ocasión, dentro de las últimas que hemos visto, sea donde mejor se admire la discreta elegancia que suele sobrevolar sus obras. A esta gentileza y blancura ayudan técnicos, y, especialmente, una troupe que aquí vuelve a demostrar la rara habilidad de ser siempre más que un grupo de actores, exigiéndoseles no ya cantar bastante, sino, aún más complicado, un habitar entre-registros.

Duelo a muerte del marqués de Pickman... también reincide en la cara B de todo esto, en una determinada asepsia en el tono y en un ir y venir del intérprete sin aliento y sometido a la máxima presión, la de -además de todo el derroche físico- ser gracioso, algo al alcance de pocos y que responde a un misterio difícilmente ensayable. Las curiosas y sabrosas postrimerías del marqués de Pickman no ayudan en este sentido, pues excitan el insaciable hambre de resurrección e inacabamiento caro al teatro de Álvarez-Ossorio: un poco de entremés estrangulado (lo mejor), de paseo por el callejón del gato, apuntes de crítica social, de musical carnavalero (y a veces algo cursi)... deseos pantagruélicos que se afinan desde la mirada de Apolo.

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