Lirismo y pasión

Piotr Beczala | Crítica

Piotr Beczala en un recital / Brescia/Amisano

La ficha

Piotr Beczała

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Cita en Maestranza. Piotr Beczała, tenor; Sarah Tysman, piano.

Programa:

Ruggero Leoncavallo (1857-1919): Mattinata

Mieczyslaw Karłowicz (1876-1909): Zawód / Rdzawe liscie / Najpiekniejsze / Pamiętam ciche

Antonín Dvořák (1841-1904): Cuatro de las Canciones gitanas op.55: Když me stará matka / Strunna naladena / Široké rukávy / Dejte klec jestřábu

Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908): Canción hindú de Sadko

Giacomo Puccini (1858-1924): "Recondita armonia" y "E lucevan le stelle" de Tosca

Giuseppe Verdi (1813-1901): "Di tu se fedele il flutto m'aspetta" de Un ballo in maschera

Francesco Paolo Tosti (1846-1916): L'ultima canzone / Chi sei tu che mi parli / Ideale

Ernesto De Curtis (1875-1937): Torna a Surriento

Cesare Andrea Bixio (1896-1978): Mamma son tanto felice

Jules Massenet (1842-1912): Le rêve de Des Grieux de Manon

Georges Bizet (1838-1875): "La fleur que tu m'avais jetée" de Carmen

Jules Massenet: "Pourquoi me réveiller" de Werther

Fecha: Sábado 26 de octubre. Lugar: Teatro de la Maestranza. Aforo: Media entrada.

En su debut sevillano, el tenor polaco Piotr Beczala mostró un variado muestrario de sus posibilidades como cantante. De bellísima voz lírica (el squillo y la brillantez del centro son espectaculares), extraordinaria homogeneidad de registros y canónica emisión (aunque en algunos agudos se le notó empujando algo más de la cuenta), Beczala puede volcarse en la expresión, y para ello pone en juego una notable panoplia de recursos. Especialmente significativas son sus medias voces, que llevó al límite en La más bella, una de las canciones de Karlowicz, cerrada con un largo diminuendo en pianissimo de cortar el aliento o en La canción hindú del Sadkó de Rimski, en la que se permitió incluso un falsete que acabó roto.

El repertorio eslavo fue dicho con admirable propiedad (muy contrastadas y matizadas al límite las siempre celebradas Canciones gitanas de Dvorák), pero las canciones italianas resultaron igualmente sensacionales, desde la Mattinata de Leoncavallo de apertura a las piezas líricas de Tosti, en las que el cantante mostró fraseo de suntuosa calidez y agudo fácil, por más que en las canciones napolitanas se le hubiera podido pedir un poco más de espontaneidad, un dejarse ir, a despecho de una impecablemente dicha Mamma son tanto felice.

Los acentos dramáticos de su Cavaradossi en Recondita armonia contrastaron luego con la ligereza del aria de Un ballo in maschera, cantada con un legato prodigioso, el que acaso faltó en las transiciones de un Adiós a la vida apasionado, contundente, pero sin la sinuosa flexibilidad que han dado al aria sus mayores servidores (pienso en Di Stefano o en Bergonzi). Un final algo sucio en el aria de Manon no empañó el triunfo absoluto en la ópera francesa que supusieron un aria de Don José tan elegante como ardiente (¿por qué no podemos aspirar a verlo en esa Carmen que no puede esperar más el Maestranza en ofrecer en escena?) y la de un Werther absolutamente transfigurado.

En las propinas, después de un caluroso Core 'ngrato, Beczala pareció jugar a equivocarse en un aria de Moniuszko (¿se olvidó del texto de verdad?), lo que provocó los empáticos aplausos de un público entregado y algo inquieto toda la noche.

Además de atentísima acompañante, la francesa Sarah Tysman mostró una rica paleta de colores, siempre bien administrados para reforzar el sentido expresivo de cada pieza. Todos las habríamos disfrutado más si hubiéramos dispuesto de sus textos, claro está. El teatro tiene que hacer un esfuerzo en estos detalles que acaban separando el espectáculo bueno del excepcional.

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