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Crítica 'El francotirador'

Poderosa reflexión, hondo retrato

El francotirador. Drama-bélico, EEUU, 2014, 132 min. Dirección: Clint Eastwood. Guión: Jason Hall (basado en 'American Sniper', de Chris Kyle). Fotografía: Tom Stern. Música: Clint Eastwood, Ennio Morricone. Intérpretes: Bradley Cooper, Sienna Miller, Luke Grimes, Jake McDorman, Kyle Gallner.  

Esta película ha sido infravalorada por una parte de la crítica europea que parece haber encontrado en ella poco Eastwood y demasiado USA. Se equivocan. Es el mejor Eastwood desde Gran Torino, forma una trilogía coherente con su díptico sobre Iwo Jima y prolonga el discurso moral de Sin perdón. Con Banderas de nuestros padres comparte la pregunta sobre por qué y por quién se combate, y con Sin perdón la reflexión sobre las consecuencias de ese terrible acto decisivo que supone matar a un ser humano. Lo que distingue a El francotirador, estúpidamente calificada de belicista, de ellas es su mayor oscuridad. Luchar en Iraq plantea más dudas sobre la legitimidad de la intervención que hacerlo en Iwo Jima, lo que deja secuelas más traumáticas. Y, a diferencia de Sin perdón, matar a mujeres y niños, aunque sea necesario (y sólo decirlo es ya horrible), destruye al soldado que, como el pistolero, sólo encontrará una posibilidad de redención en su mujer y sus hijos.

Todo el cine de Eastwood está dominado por la convicción del poder del mal: hay víctimas y verdugos, y se debe ser implacable con los segundos. En los casos más trágicos hasta asumiendo el riesgo de asesinar a un inocente (Sean Penn en Mystic River) para cargar después con una culpa abrumadora. Desde su inicio El francotirador nos sitúa en un escenario desgarrador: el protagonista ha de decidir si dispara contra un niño que se aproxima a un grupo de soldados llevando una granada. La soberbia interpretación de Bradley Cooper pone rostro a esta tensión moral. No se dispara alegre e impunemente (esto no es Tarantino) y menos contra un niño.

Tras esta apertura escalofriante un flashback resume la vida del tirador. "Hay corderos, lobos que los matan y pastores que los defienden", le dice su padre. La familia es tejana, religiosa y amante de su país. Hay que tener las agallas del octogenario Eastwood para situarse en este escenario políticamente incorrecto, políticamente aborrecido e intelectualmente denostado para filmar la realidad de una América que nunca encuentra quien la cuente sin despreciarla y condenarla. Eastwood se limita a intentar comprenderla y reflejarla. No hace precisamente una descripción complaciente de la vida tejana del protagonista, ni del período de instrucción militar. Y mucho menos de la guerra. No miente nunca.

Dirigida implacablemente, con austeridad extrema y esa renuncia al estilo que ha ido forjando el suyo, cuando se cierra el flashback para volver a la decisión de disparar o no, parece que ha pasado un segundo y en realidad ha transcurrido un cuarto del metraje. Así de bien filma Eastwood. Tan bien que le basta la tensión del rostro del tirador (insisto: asombrosa interpretación de Bradley Cooper) en primer plano para desarrollar sin palabras todo el discurso sobre la gravedad del acto de matar que él mismo, como protagonista de Sin perdón, dirigía al niñato con ínfulas de pistolero. Tan bien que aborda sin retórica el tema conradiano (El corazón de las tinieblas) del imposible regreso a la normalidad de quien ha visto el horror. Tan bien que, además de armar con sobrio rigor esta historia centrada casi por entero en un único personaje de extrema complejidad -la más difícil: la del carácter simple que descubre, abrumado, la complejidad de la vida y el peso de la muerte-, le sobran facultades para plantear grandes secuencias bélicas (el agónico combate durante la tormenta de arena) o hacer estallar un segundo de recia emoción fordiana (el encuentro con el hermano en el aeropuerto). Aunque, al contrario del "imprime la leyenda" de Ford, Eastwood convierte La Leyenda -así llamaban a este tirador que causó 160 bajas al enemigo- en un ser humano. Con una serenidad estilística que no hace sino más turbador su tenebroso/heroico viaje. Enemigo a las puertas, también centrada en un francotirador, era cine bélico espectacular y efectista. Esta película es gran cine serio. Sin adscripción de género.

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