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Arte

Redes, trazos y sensualidad

  • La Caja China presenta una muestra de la artista pacense Ruth Morán

Una pintura trabajada. Las obras de Ruth Morán (Badajoz, 1976), que se antojan sencillas -quizá porque resultan sentimentalmente próximas- requieren una larga elaboración. El soporte, generalmente papel, a veces de gran tamaño, está cubierto por un pigmento suave: en ocasiones parece teñido y en otras, la pintura forma cadencias de distinta intensidad de color. Sobre este fondo se despliega un laberinto de líneas: irregulares enrejados, sorpresivos bucles, haces de apretadas líneas (a la vez firmes y delicadas) que de repente se abren, vuelven sobre sí mismas o se condensan en diversas formas. Las líneas son tan delgadas que la trama final hace pensar en un velo de formas caprichosas en permanente agitación. Pese a todo, la elaborada red no llega a ser la figura del cuadro: se incorpora tan bien a la pintura-trasfondo y su recorrido es tan libre que el resultado final, el cuadro, tiene las características de la pintura expandida o all over, que parece desbordar el soporte y expandirse en el muro.

Todas esas características invitan a relacionar la obra de Morán con la abstracción practicada en Europa y América en los años de la segunda posguerra. El carácter expandido de su pintura hace pensar en Jackson Pollock, la red de líneas, aparentemente gratuita, remite por su dinamismo a diversos informalistas franceses y el predominio de los valores de superficie a las teorías de Greenberg sobre la pintura moderna. Estos paralelos sin embargo no llegan a satisfacer. Hay otros elementos que poco tienen que ver con ellos. Por ejemplo, la exactitud del trazo y su firmeza. Las líneas de Morán son grafismos que tienen algo de la resolución de la pintura oriental: sus formas no son manchas sino redes y los cuadros tienen algo de escritura. A esto hay que añadir una cierta densidad lírica, que se manifiesta además en los títulos (Verde plata luz en la sombra o Sutil deseo blanco metal), y sobre todo una suave sensualidad, presente en los cambios de ritmo de la trama, las repentinas curvas con que las líneas parecen volver sobre sí mismas o el carácter a la vez suave y firme del trazo. Estas notas hacen que la pintura de Morán sea decididamente actual: más que seguir moldes consagrados, los reinterpreta y se sirve de ellos para hacer un trabajo indudablemente propio. Vistos así, sus cuadros parecen un ejercicio a la vez del recuerdo y la ironía que desemboca en una visión muy personal de la pintura.

A la entrada de la galería, a la derecha, hay una pieza que merece una consideración aparte. Es un políptico formado por 20 dibujos de formato pequeño. Algunos están trabajados directamente sobre el papel y su tamaño evita toda posible seducción, inevitable en las piezas mayores. La obra permite ver el alcance del dibujo de Ruth Morán. No sólo la exactitud del trazo, sino lo más decisivo: cómo el trazo hace surgir espacio donde no lo había, en la blanca superficie del papel. En estas piezas pequeñas se puede rastrear el proceso de las mayores y sobre todo se advierte que la mano obedece a la inteligencia y a la sensibilidad de la autora. El políptico forma una unidad, pero el aficionado hará bien en examinar cuidadosamente cada una de sus piezas.

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