DOLCE RIMA | CRÍTICA

Amor festivo, amor doliente

Dolce Rima en el Alcázar.

Dolce Rima en el Alcázar. / ACTIDEA

En la poesía castellana del siglo XVI conviven formas y temáticas heredadas de la Baja Edad Media, con fuerte componente popular, junto a la nueva corriente petrarquista que acabará por imponerse. De la experiencia festiva y desenfadada de las relaciones afectivas medievales (El libro del buen amor es buena muestra de ello) se pasa a la indagación en el yo atormentado y doliente de quien sabe que nunca alcanzará la felicidad de verse correspondido. Esta dualidad está también presente en los cancioneros castellanos de esta centuria e igualmente en los libros de los vihuelistas coetáneos, con sus intabulaciones de canciones italianas e italianizantes.

Éste fue el núcleo argumental del concierto de Dolce Rima, con un recorrido por las expresiones afectivas del siglo XVI peninsular. La soprano Julieta Viñas, con una voz de bellos perfiles tímbricos y una notable inteligibilidad de la palabra (algo esencial en este repertorio), tuvo sin embargo momentos de apuros en materia de respiración, con problemas para acabar las frases en Claros y frescos ríos y en La vita fugge. A su fraseo, que tendió a una expresividad melancólica y lánguida muy apropiada para algunas piezas (Al alba venid y Mille regretz, por ejemplo), le faltó algo más de variedad en las repeticiones de las estrofas, que sonaban casi siempre iguales y a las que les hubiera venido bien un pequeño matiz ornamental o diferencial en cada estrofa. A ella y a sus compañeras se les pasó la oportunidad de jugar con los contrastes de ritmo de las hemiolias de Falai minha amor.

Escartín estuvo espléndida toda la velada con las diversas flautas renacentistas, con las que desplegó un rico juego de discantos con la voz, con amplio conocimiento en las claves de las disminuciones. Tanto a la vihuela como a la guitarra barroca Brieba arropó con fantasía a la voz en las intabulaciones, con precisión y seguridad, con un discurso muy claro en la conducción de las voces en las piezas a solo. Especialmemte bello fue su acompamiento en Mille regretz, combinando la canción de Josquin con la tablatura de Narváez.

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