Rose, Martí & Núñez | Crítica

Un ángel vestido de negro

Javier Núñez, Johanna Rose y Josep María Martí en el Espacio Turina.

Javier Núñez, Johanna Rose y Josep María Martí en el Espacio Turina. / D. S.

En una entrevista publicada recientemente en este mismo Diario afirmaba Johanna Rose que la música de Marais es mucho más expresiva de como suele oírse, afectados los intérpretes por esa fama de angelical con la que carga el compositor, que en su obra hay también un reverso diabólico. Y para presentar el CD que motivaba aquella entrevista, la violagambista sevillana nacida en Alemania se puso manos a la obra, como deseando demostrar la tesis.

Ya en ese Preludio en arpegios de arranque los roces del arco con la madera y la oscuridad del sonido parecían querer decirnos que para que algo sea artístico y expresivo no necesariamente tiene que ser siempre limpio y puro, que en las rugosidades del sonido también hay belleza.

Siempre bien acompañada por Martí y Núñez, Rose usó articulaciones ágiles y nítidas, dejando que su arco vibrara virtuosísticamente cuando corrrespondía (deslumbrante Tourbillon) y buscando continuamente los contrastes, como en la secuencia Arabesque - Superbe - Reveuse -Cloches, en la que cada pieza parecía negar el carácter de la anterior: decorativa, casi frívola, la primera; majestuosa, un punto severa, la segunda; melancólica, de una ensoñadora languidez, maravillosamente fraseada, generosa en el rubato, la tercera; brillante y luminosa, la última.

Javier Núñez tocó después una deliciosa Favorita de Couperin, que casi hizo detenerse el tiempo, como preparación del final, una selección (un tanto rácana) de las variaciones sobre la Folía, tan contrastadas en su misma esencia como para remachar la tesis que allí nos convocó: que hay ángeles buenos que también visten de negro.

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