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La lluvia regresa este fin de semana a Sevilla

Santa María la Blanca y la estela de Murillo

En un mes reabre sus puertas la fascinante iglesia renovada artísticamente en el XVII por Justino de Neve · El final de las obras de rehabilitación coincide con la visita a Sevilla de tres pinturas que Soult le expolió

Santa María la Blanca y la estela de Murillo
Charo Ramos

24 de noviembre 2012 - 01:00

Las obras de restauración que desde abril de 2010 se están acometiendo en Santa María la Blanca han permitido documentar el pasado de mezquita, sinagoga e iglesia mudéjar de este templo, uno de los mayores iconos del barroco sevillano. Entre los hallazgos más interesantes que ha propiciado el equipo del arquitecto Óscar Gil Delgado, cuyo trabajo para devolver su solidez y esplendor al templo resulta ejemplar, figuran los arcos mudéjares y la ventana saetera que han salido a la luz en los medios puntos que jalonan la cúpula de la iglesia. El descubrimiento se produjo al picar en el enfoscado tras retirar las copias -realizadas por Antonio Martínez Olalla y colocadas en la década de 1970- de dos célebres pinturas de Murillo expoliadas en 1810 por el mariscal Soult: El sueño del patricio Juan y El patricio revela su sueño al papa Liberio, que ahora pertenecen a los fondos del Museo del Prado.

Con motivo de la novena edición de la Escuela de Barroco, organizada por la Fundación Focus y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, más de 70 historiadores, conservadores y estudiantes de Arte de toda España han podido admirar esta semana el lugar para el que Murillo realizó varias de sus obras de contenido religioso más importantes y valorar la intervención que se lleva a cabo y ha permitido reparar las cubiertas, arreglar los problemas de humedades, sustituir la solería y consolidar los zócalos de azulejos que salieron del taller de Diego de Sepúlveda en el siglo XVII.

Tanto Óscar Gil como el catedrático de Historia del Arte Teodoro Falcón desentrañaron, en el curso coordinado por Gabriele Finaldi, director adjunto del Prado, los secretos de un recinto fundamental para entender las relaciones de amistad y mecenazgo que mantuvieron Murillo y Justino de Neve, canónigo de la Catedral sevillana de origen flamenco.

La transformación interior que en torno a 1660 experimentó Santa María la Blanca bajo los auspicios de Justino de Neve no supuso su reconstrucción total pues, como han demostrado los trabajos arqueológicos y arquitectónicos llevados ahora a cabo, subsisten numerosos elementos originales de las culturas musulmana y judía. Se han identificado los muros de la sinagoga, que debió ser la más importante de la antigua judería, y también, al levantar la solería, los cuatro muros de la mezquita original. Óscar Gil destaca también el arco de la portada de la mezquita, visible desde el patio de la casa del párroco, el infatigable Manuel Mateo, que ya acaricia la celebración en este templo de la Misa del Gallo.

La primera fase del proyecto, que costó 823.000 euros, la sufragaron la Junta de Andalucía (80%) y la Archidiócesis, según un convenio firmado en 2011. Para la segunda fase, la reforma interior, presupuestada en 300.000 euros, el párroco ha logrado implicar a los feligreses ante la ausencia de financiación pública. No sólo ha logrado incitarles a participar en una colecta que supera ya los 50.000 euros sino que ha conseguido que sean pacientes con los plazos de la reapertura, algo que para muchos ha supuesto una drástica alteración en sus planes de bodas, bautizos y celebraciones. Para poder arrancar esta segunda fase que concluye el mes próximo la comunidad pidió un préstamo bancario de 140.000 euros. Mateo y sus feligreses no escatiman ideas para poder pagar las mensualidades, como será el establecimiento de un programa de visitas que incorporará al recorrido -aún está por diseñarse la fórmula- varios de los últimos hallazgos, como el arco de la portada de la antigua mezquita, o los anaqueles donde se guardaban los rollos de la Torah de la antigua sinagoga. En cambio, parece que, tras la exhaustiva documentación llevada a cabo por Óscar Gil, los arcos mudéjares serán cubiertos con las copias de los murillo para que la iglesia mantenga su fastuosa impronta barroca.

También las futuras visitas tendrán como objetivo contextualizar el papel que jugó Murillo en la decoración del templo. Para ello, regresará de la vecina iglesia de San Nicolás -donde ahora puede verse- La Santa Cena, la única pintura que se ha conservado in situ de las cinco que el artista produjo para Santa María la Blanca. Un óleo que no fue expoliado por Soult porque estaba tan sucio y resultaba tan tenebrista que los franceses no lo consideraron obra suya.

La rapiña del invasor provocó la salida de Sevilla, en cambio, de los cuatro lienzos que por encargo de Neve Murillo realizó en 1665, el año en que se estrenó Santa María la Blanca, "y que ilustraban el mensaje ideológico de la iglesia barroca", según recordaba Teodoro Falcón en la Escuela de Focus y la UIMP. Dos se instalaron en los lunetos existentes bajo la cúpula (los ya citados El sueño del patricio Juan y El patricio revela su sueño), y los otros dos en los testeros de las naves laterales. En el testero izquierdo, en el lado del Evangelio, figuraba la Inmaculada Concepción que ahora atesora el Louvre. En el lado opuesto, el de la Epístola, Murillo ubicó el delicioso El triunfo de la Fe (que actualmente pertenece a la colección de lord Faringdon, en Londres).

La reapertura de Santa María la Blanca coincidirá así, por unas breves semanas, con la visita temporal que tres de esos cuatro lienzos -por razones de espacio El patricio revela su sueño al papa Liberio se quedó en el Prado- han realizado a la ciudad de la que nunca debieron salir. Forman parte de la muestra dedicada a la amistad entre Murillo y Justino de Neve que, llena de obras maestras de la producción tardía del artista, ocupa ahora el Hospital de los Venerables.

Como se decía, quien sí regresará a su templo es La Santa Cena pero, aunque permanecerá en la nave izquierda, el párroco es partidario de colocarlo un poco más cerca de la puerta principal antecediendo al famoso retablo de La Piedad de Luis de Vargas -cuyas tres tablas pueden visitarse en el Bellas Artes de Sevilla, donde están depositadas hasta que finalicen las obras del templo- para que luzca con mayor lustre, testigo único y excepcional de la accidentada historia de un espacio asombroso.

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