Teatro

Tapias que quedan por saltar

  • La Rara lleva este fin de semana al Teatro Lope de Vega la cuestión de la salud mental con ‘Órgia’, una obra que viaja del cierre de Miraflores al presente

Rocío Hoces y Julia Moyano, unidas en la compañía La Rara.

Rocío Hoces y Julia Moyano, unidas en la compañía La Rara. / José Ángel García

“Yo creo que si la gente conociera la locura no le tendría miedo. La locura para mí es escapar de la realidad”, opina una trabajadora del antiguo psiquiátrico de Miraflores en un testimonio que suena en Órgia, el nuevo espectáculo que La Rara estrena este fin de semana (sábado a las 20:00, domingo a las 19:00) en el Lope de Vega. La compañía de Rocío Hoces y Julia Moyano se asoma sin temor a la cuestión de la salud mental, a la vulnerabilidad y la fortaleza que esconde dentro de sí todo ser humano, con los ecos de aquel manicomio que cerró por una reforma psiquiátrica a principios de los 80. Nerea Cordero, Eloísa Cantón y Eva Gallego completan el reparto de este viaje que se emprende desde una perspectiva de género y que, según sus responsables, camina hacia la luz.

Tras Si yo fuera madre, aquella propuesta innovadora en la que estas dos actrices –acompañadas entonces por David Montero– se preguntaban cómo se conciliaban trabajo y descendencia en una profesión como la suya, Moyano y Hoces toman como título un término de la antigüedad al que despojan del componente sexual al que hoy está ligado y devuelven a los orígenes, cuando nombraba “actos colectivos, ceremonias en las que una verdad espiritual iba a ser revelada”. Así, Órgia, como la definen sus autoras, es “un acto ecléctico que reúne historias de vidas secuestradas y maltrechas de mujeres que ya no lo pueden contar, relatos íntimos de quienes lo vivieron y quieren contarlo; y una verbena de voces de mujeres ávidas de ser cuerpo, uno sólo, y hacerlo saltar”.

Lejos ya de ese pasado brutal en que un padre o un marido tenía la potestad para encerrar a una mujer que no respondía a las convenciones o pretendía ser libre en un manicomio –como demuestran las terribles biografías de la pianista Hersilie Rouy o la actriz Frances Farmer–, Órgia rebusca en el pasado reciente de las instituciones mentales para explorar la inestabilidad que sufrimos hoy. Aunque la situación haya mejorado, el estigma con el que marcamos a los que padecen alguna crisis, a los que escapan de la etiqueta de los cuerdos y los centrados, persiste. “Es verdad”, observa Moyano, “que determinados trastornos se empiezan a nombrar más, que estamos familiarizados con los malestares con los que convivimos, como la depresión, el estrés. Pero requiere valentía decir en tu trabajo que te das de baja por ansiedad, eso te coloca en una posición delicada”, analiza la intérprete, que cree que falta “una voz colectiva” que retrate este panorama.

“Algunos trastornos se nombran más, pero el estigma de la locura continúa”, aseguran

Órgia habla de mujeres y cuerpos, pero “no en el sentido en que la gente cree”, explica Hoces, que matiza que la obra no ahonda en los desórdenes mentales que causa la búsqueda de la perfección en la era de la cirugía estética. A La Rara le interesan otras dolencias: “A las mujeres ingresadas en el manicomio, los encierros y las medicaciones de años y años les acababan otorgando una fisonomía característica”, apunta Hoces. “Nosotras, hoy, de un modo muy distinto, sentimos que el patriarcado nos daña el cuerpo. En la obra se menciona cómo la exigencia constante, la sobrecarga de trabajo, provocan que las mujeres de nuestra generación tengamos los cuerpos cansados”.

Hoy, dicen en alusión a aquel festival de rock que se celebró en el manicomio, Salta la tapia, “tenemos la sensación de que hay otras tapias que saltar. Quizás sea por nuestra forma de construirnos como mujeres. En Si yo fuera madre nos dimos cuenta de que nos cuesta expresar nuestras inquietudes, nuestras quejas, porque estamos educadas para complacer, para caer bien, y estamos todo el día pidiendo perdón”. La Rara ha encontrado una “inspiración” en las trabajadoras de Miraflores. “Tuvieron que tomar decisiones difíciles muy jóvenes. Es como si nos dijeran a las que vinimos después, que llegamos tarde al mercado laboral, que esto no es un ensayo, que es la vida, y hay que moverse y actuar”. En Órgia el elenco se adentra en las sombras como preámbulo a la claridad: “Defendemos la libertad que supone nombrar las cosas, mirarlas de frente, acercarse a ellas”.

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