LAS VECINAS DE BERNARDA ALBA | Crítica de teatro

Todas las caras de Lorca

Elenco de 'Las vecinas de Bernarda' de la compañía Ajoyagua

Elenco de 'Las vecinas de Bernarda' de la compañía Ajoyagua / Alejandro Castro

Tras convertirse, en la pasada temporada, en una de las sorpresas teatrales con su espectáculo Pasión y semen, que ya había obtenido el Premio CINTA 2021 a la mejor interpretación de todo su elenco, y en 2023 se hizo con el Premio Nazario Revelación y el Premio Lorca Revelación, anoche asistimos al esperado estreno de su segunda apuesta, una revisión del clásico lorquiano La casa de Bernarda Alba.

Alejandro Castro vuelve a ocuparse de la dirección y de la dramaturgia. La idea de partida es una genialidad: En casa de las García (familia de García Lorca) se reúnen las vecinas y aprovechan para cotillear lo que ha pasado en la casa de los Alba, ya saben, donde viven Bernarda, su criada Poncia y sus cinco hijas Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela. La reciente muerte de la menor de sus hijas tiene alteradas a Frasquita, su hermana Milagros, su nieta Pura y la vecina Adelaida. Tienen pensado que cuando tengan claro lo que ocurrió se lo contarán a su sobrino Federico para que escriba su próxima obra.

Esta ingeniosa vuelta de tuerca hace que Alejandro Castro aborde una de las obras más famosas del teatro español del pasado siglo desde un punto de vista libérrimo en el que puede introducir todo tipo de situaciones y, sobre todo, de lenguajes dramáticos.

Una vez más el elenco hace gala de su formación en los laboratorios de TNT-Atalaya. Alejandro Castro, Álvaro Vigo, Alexandra Gómez y Paula Fernández Rubio cantan, interpretan y bailan con un nivel excelente que hace que la obra funcione en todo momento.

Castro cuenta con una base, el texto de Lorca, pero lo fragmenta entre el costumbrismo del que procede, la crítica televisiva a programas telebasura, que ellos titulan Secretos de luxe en el que se parodian las actitudes de falso periodismo hasta actuaciones de género cabaretero en clave travesti.

La dramaturgia consigue contarnos, y es un enorme mérito, la historia completa de Bernarda y sus hijas, pero adolece de cierto desorden en la presentación de las secuencias que pecan de incoherencia. Estamos ante una obra que pretende hacer reír a toda costa pero también quiere criticar y cuestionar. Ajoyagua ha maquillado a sus personajes con máscaras, como si fueran guiñoles. Se busca el travestismo, pero se fuerza. Se critica el maltrato a la mujer, presente en la obra de Federico, pero, en boca de Frasquita, un trasunto de la propia Bernarda, puede dejar abierta dobles interpretaciones.

Se nota el inmenso trabajo y la obra está salpicada de momentos de verdadero teatro: la coreografía de las cuatro vecinas haciendo pan, las canciones de Paula Fernández Rubio (que tuvo que sustituir a María Gálvez en muy poco tiempo), la escena del caballo, preciosismo estético del también artista Alejandro Castro, o la fabulosa vagina que te engulle.

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