CARLOS MARTÍNEZ & SETH SCHULTHEIS | CRÍTICA

Violines de feliz juventud

Martínez y Schultheis.

Martínez y Schultheis. / D.S.

En estos días se han concentrado varias noticias sobre los éxitos de jóvenes violinistas andaluces, como el de la granadina María Dueñas o el alcalaíno Javier Comesaña, como pueden leer en estas mismas páginas. A ello cabe añadir, aunque sea a nivel local, el caso del egabrense Carlos Martínez que, de la mano de Juventudes Musicales de Sevilla y con la participación del Teatro de la Maestranza, nos habla bien a las claras de que debemos dejar de una vez en el armario del olvido los viejos clichés sobre la inferioridad de los instrumentistas del violín andaluces en comparación con los de viento.

La pareja musical empezó de manera errada con una sonata de Leclair interpretada como se hacía hace sesenta o setenta años, como si toda la corriente historicista no hubiese dejado bien clara la necesidad de acercarse a esta música desprovistos de los tics interpetativos forjados durante el Romanticismo. Excesivo legato, un vibrato desatado, abuso del pedal en el piano, lentitud en el fraseo, nula acentuación y total ausencia de ornamentación fue el resultado final.

Afortundamente, esa perspectiva sí les sirvió para el resto del programa, en el que el violinista mostró un sonido brillante, de gran afinación incluso en la franja sobreaguda, variado en materia articulatoria y de un fraseo intenso y emocional, mejor en los pasajes más agitados de Beethoven que en los más contenidos de Brahms. Cerrando, una vibrante y rítmica versión de la Rapsodia de Bartók.

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