Por amor a Jacques Brel
Brel | Crítica de danza
La ficha
**** ‘Brel’. Concepto, coreografía e interpretación: Anne Teresa de Keersmaeker, Solal Mariotte. Música: Jacques Brel. Iluminación: Minna Tiikkainen asistida por Marla van Kessel. Escenografía: Michel François. Vestuario: Aouatif Boulaich. Dramaturgia: Wannes Gyselinck. Sonido: Alex Fostier. Vídeo creación: Stijn Pauwels. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes, 19 de diciembre. Aforo: Lleno.
En esta temporada, la última programada por Manuel Llanes, el ya exdirector del Central ha querido reunir a algunas de las compañías que nos han visitado asiduamente desde la inauguración del teatro en 1992. Entre estas, no podía faltar Rosas, presente durante la Expo’92 y en diecisiete ocasiones más.
El año pasado tuvimos ocasión de aplaudir sus dos últimos y brillantes espectáculos: Exit above e Il cimento de l’armonia e dell’inventione, ambos obra de su directora y fundadora del grupo en 1983, la flamenca Anne Teresa de Keersmaeker. La misma que, a sus 65 años, ha decidido volver a bailar para rendir homenaje a uno de los artistas belgas más carismáticos del siglo XX como es el cantante Jacques Brel (1929-1978).
Sobre una lista de canciones ordenadas cronológicamente, ATDK ha invitado a uno de sus jóvenes bailarines, Solal Mariotte, procedente del breakdance y formado en su escuela P.A.R.T.S., a compartir en el escenario un extraño trío, o como ella explicaba, tres dúos, el de cada uno de ellos con el cantante y el que forman ellos mismos, uniendo dos generaciones, dos registros de danza y dos maneras muy diferentes de mirar al personaje.
Sin solución de continuidad, desde Le diable hasta Jojo (de su último álbum, Les Marquises), el torbellino de emociones que expresa el cantante no flaquea. Con sinceridad y con pasión, va pasando de un tema a otro, algunos controvertidos, como el amor por su amigo muerto (Jojo). Proyectadas en el fondo van brotando las palabras. Palabras sobre la vejez –“los viejos no sueñan…”- o sobre la guerra tierna que la rutina trae al amor –“nada peor que vivir en paz para unos amantes…”. Palabras que emocionan en distinta medida, según la edad o el bagaje personal de quien las recibe, e involucran de distinta forma a los bailarines. Keersmeiker, que las lleva en su historia, nos las devuelve entre giro y giro, implicando el rostro como nunca antes, sintiéndose parte de ese ‘plat pays’ que describe en flamenco porque es su propia tierra.
Utilizando la ironía como distanciamiento y haciendo guiños a sus primeros trabajos como Fase, Keersmaeker nos hace sentir, sutilmente, todas y cada una de las emociones contenidas en los textos llegando, al final, inusualmente, a abandonarse, a desmelenarse casi por completo. Porque no hay otra manera de bailar la rabia de vivir de Brel.
Frente a ella, o junto a ella, o al unísono con ella, el francés Solal Mariotte, con la insolencia de la juventud, se permite cantar a gritos, incluir secuencias de break e incluso jugar con los gestos del cantante que nunca conoció.
Cada uno de ellos utiliza su propio lenguaje corporal, pero nada chirría en la pieza, absolutamente dinámica. Cada canción tiene su danza, su vestuario -siempre a partir del traje de chaqueta, que era la vestimenta habitual de Brel-, y su temperatura. En el suelo, los indescifrables dibujos que suele utilizar la creadora en todos sus trabajos y arriba, la luz, eficacísima, que dibuja el círculo que solía habitar el cantante, o sigue con un foco a los bailarines. También hay unos fantásticos efectos de sombra en las paredes laterales y, en algún momento, se proyecta la imagen del belga o un vídeo con impactantes escenas de una Bélgica asolada. Pequeños o grandes detalles que van jalonando y dando forma escénica a ese torrente de palabras y de emociones que comparten los dos bailarines por amor al inmenso Jacques Brel.
Al final, la coreógrafa tuvo un encuentro con el público, no sin antes pedir un aplauso para Llanes, que abandona este año la dirección del teatro, dejando su nombre a una de las salas.
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