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Literatura

Los mundos sutiles de Ana Luísa Amaral

  • La autora, reconocida con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, fallece a los 66 años.

  • La editorial Sexto Piso ha publicado en España su último libro, 'Mundo'

La poeta Ana Luísa Amaral, en una imagen cedida por la editorial Sexto Piso.

La poeta Ana Luísa Amaral, en una imagen cedida por la editorial Sexto Piso. / D. S.

En la impresión que dejan de ella sus libros, Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956-Oporto, 2022) aparece como una persona extremadamente curiosa, interesada por todos los mundos posibles que están en este. Y sobre todo por lo universal diminuto, por esa condensación de lo vasto, descrito en el famoso ruba’i de Omar Kayan como "un grano de polvo en el espacio".

Esa impresión queda luego reforzada en su dimensión social, por ejemplo en las entrevistas promocionales, en el programa de radio que presentaba desde hace años en la cadena pública portuguesa Antena 2 (O Som que os Versos Fazem ao Abrir) o en cualquiera otra de sus frecuentes apariciones públicas. Pero sobre todo en la escritura poética es muy coherente con una manera de entender la poesía como un modo de conocimiento, más emocional que racional si se quiere perfilar a grandes rasgos, implicado en ese estar en el mundo. Nada humano le es ajeno, como muestran muchos de sus poemas, pero tampoco nada animal, nada vegetal, nada experiencial en una idea biológica del término. Toda experiencia es fuente para su poesía.

La autora falleció a los 66 años en la noche del viernes, y deja como uno de los testimonios de su sensibilidad Mundo, el libro que ha publicado este año en una agradecida edición bilingüe (portugués / español) Sexto Piso, una excelente reválida de ese interés por las grandes apreciaciones que se esconden en lo pequeño y lo cotidiano. Buena muestra son los poemas que introducen Casi en égloga la obra. Sus protagonistas son el ciempiés que escala con trabajo la pared del lavabo, la abeja que "metódica y feliz" va probando el néctar de las flores o esa urraca, "equilibrista bicolor", que sobrevuela los jardines incluso en los días apocalípticos: "peregrinos / del casi-nada", en una definición dedicada a las hormigas de los versos que abren esa serie, aunque pudiera servir para todos los demás seres que la habitan.

Considerada por la crítica como una de las voces más singulares e importantes de la poesía en portugués, Amaral consiguió traspasar por fin ese límite tan rígido que supone la raia para lo cultural hace apenas dos años, gracias a What’s in a Name (2020), primera obra suya editada por la firma hispano-mexicana Sexto Piso. Pero sobre todo su nombre saltó a los medios españoles un año después, tras recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. A estas alturas de asumida excepcionalidad ibérica, Portugal y España se siguen desdeñando con frecuencia por desgracia en lo cultural, ignoran sus respectivas literaturas, su cine, sus músicas. Bienvenidos los premios que sirven al menos para abrir ocasionalmente un paso en esa testarudez fronteriza.

Cubierta de 'Mundo'. Cubierta de 'Mundo'.

Cubierta de 'Mundo'.

Más de veinte libros (poemarios, teatro, novela, literatura infantil y ensayo) fueron engrosando su obra desde que publicara los versos del primero, Minha senhora de quê, en 1999. Y en todos ellos es reconocible, además de esa curiosidad por lo minúsculo, por aquello que aparentemente sucede sin trascendencia, una forma muy sutil de apuntar asimismo a lo político sin sucumbir a la militancia.

Amaral cita a menudo a Emily Dickinson, a quien tradujo y sobre quien escribió su tesis. Y, en especial, recurre a unos conocidos versos de la estadounidense: "Hay una palabra / que empuña una espada / que puede traspasar a un hombre armado". Esa confianza en la palabra poética, en su capacidad para atravesar el tiempo, el espacio, lo armado, da fuerza a su idea de la poesía como un territorio abierto al mundo, comprometido por vocación con el mundo en el sentido menos cargante del adjetivo.

Pionera en su país en los estudios de género, explicaba ante la prensa al recoger el Premio Reina Sofía en Salamanca, en noviembre de 2021: "Soy feminista y no tengo problema en decirlo, el feminismo se resume en derechos humanos, pero mi poesía no lo es, no hago una poesía programática". Y a propósito de esto encontramos un referente muy claro en el poema de Mundo "Experimentos y evidencias", una emocionante reivindicación del desempeño, tantas veces negado, de las mujeres en la ciencia, sin necesidad de convertir al texto en un manifiesto.

Hay en todos sus libros una curiosidad por lo minúsculo, por lo que parece sin trascendencia

En otras composiciones (pienso, en concreto, en las del apartado Otros paisajes: mundos, en "Los colores de la servidumbre" por citar una) la mirada compasiva, solidaria, encuentra de forma inteligente un cauce de nuevo sutil para su expresión. Poesía atravesada por la conciencia de su autora, implicada con lo que la rodea y la constituye. Sin necesidad de etiquetas, pero escrita desde la determinación de estar empapada de humanidad y no flotar en una abstracción celeste.

Hay en todo el libro una predisposición para el asombro y la observación atenta, cuidadosa, ya sea ante la utilidad disponible de una herramienta mínima ("La aguja: lecciones"), ante la mansa esclavitud de dos animales de carreta ("Dos caballos: paisaje") o ante la mestiza identidad que nos define colectivamente ("De sagas y leyendas: pequeñísima fábula de lo contemporáneo"). Y hay un mirar más allá, que invita al lector a redescubrir el envés de las cosas o a desenrollar un relato simbólico que pareciera estar camuflado en cada pliegue del mundo. En esto consiste quizá algo que Ana Luísa Amaral reclama, la belleza, ese concepto del que cierta poesía contemporánea lleva décadas intentando desentenderse.

El enlace atlántico, ese intenso vínculo de Portugal con la cultura anglosajona, se concretaba en Amaral en su trabajo como profesora de literatura británica y estadounidense en la Universidad de Oporto y calaba a menudo en su escritura. "Qué será, será: mundos después", el poema que cierra este reciente libro suyo, es buena muestra de ello. Unos versos del prerromántico inglés Thomas Gray, encontrados por la autora en una lápida del cementerio de Swan Point (en Rhode Island, EE. UU.), le sirven para avalar otro de sus poéticos dogmas de fe: la literatura recuerda por nosotros, incluso después de nuestra propia muerte, por eso es tan importante. De alguna manera, aquella palabra que empuñaba una espada en el poema de Dickinson traspasa también nuestro destino, lo sobrevive.

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