La belleza del 'Traslado de Cristo al sepulcro'
Arte
Al observar la pintura de Rafael casi se puede oír una música de réquiem y el movimiento de las figuras es como una danza

Cuando contemplo El Traslado de Cristo al sepulcro, de Rafael, casi puedo oír una música de réquiem. El movimiento de las figuras es como una danza. Los personajes que sostienen a Cristo se mueven en direcciones contrarias, en contrapuntos. Las miradas de los personajes se dirigen en distintas direcciones.
El desmayo de la Virgen María hace que se desplome mientras que una de las mujeres que le sostienen mira hacia la izquierda llevando nuestra mirada por toda la escena.
Fijaos en los dos hombres del extremo izquierdo cómo estiran sus cuellos en direcciones contrarias. Vemos un pathos absolutamente teatral, casi diría que aunque se trate de un cuadro renacentista nos anuncia la teatralidad del Barroco. Los rojos y azules se alternan con los blancos, los pardos y los amarillos y los ocres y naranjas de las pieles. La luz ilumina los personajes como un flash que acompaña la música que imaginamos.
El paisaje del fondo es también una sinfonía de luz y color: el azul de las montañas y del cielo, el verde de las lomas. Todo suena en un baile de luz, movimiento y color. Cada línea, cada postura, es un contrapunto de otra, una danza acompasada por el compositor de la imagen, inspirado por la Palabra de Dios hecho Hombre.
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