Cremona: ciudad de silencios donde suena la música de la historia
Cultura
El escritor y filántropo Alejandro G. Roemmers presenta en la localidad italiana su nueva novela, ‘El misterio del último Stradivarius’ (Planeta)
Diario de Sevilla viaja a la histórica ciudad, ubicada en la región de Lombardía, y discurre junto al autor por los principales lugares de un municipio que, además de ser enclave destacado de la novela, es referente de la artesanía de los lutieres y cuna de Antonio Stradivari
En las calles silenciosas de Cremona tan sólo percibimos un sonido: el que procede de la música de la historia. Es decir: el que procede del taller del popular lutier Antonio Stradivari; el que procede de la Escuela Internacional de Lutería; el que procede de la soberbia catedral; el que procede del alto campanario, el Torazzo, cuya altura es superior a la de la Giralda. La ciudad de Cremona, en estas analogías con Sevilla, también se apoya en un río y soporta un calor pesado, con sonido de chicharra y de velador vacío a la hora del almuerzo –tan sólo el timbre de una bici interrumpe el silencio serio de la ciudad-.
En una mañana de verano llegamos a esta localidad italiana –ubicada en la región de Lombardía- para acudir a la presentación a los medios de El misterio del último Stradivarius, la quinta novela del escritor y filántropo argentino Alejandro G. Roemmers, editada por Planeta.
Para construir esta nueva historia, una suma de thriller y de novela histórica, Roemmers se inspira en un caso real: el arqueólogo y lutier alemán Bernard Raymond von Bredow y su hija adolescente, Loreena Lydia von Bredow, son torturados y asesinados en Paraguay. Un terrible crimen cuya principal hipótesis se sustenta en el robo de unos violines – de unos Stradivarius- que el lutier alemán tenía en su domicilio. A partir de esta noticia, el escritor argentino construye una ficción en la que convergen la vida de Antonio Stradivari y la historia de la familia alemana. Una torrencial trama de tres siglos en los que autor recrea acontecimientos relevantes de nuestra historia universal y, entre estos episodios, desarrolla el suspense. ¿Quién asesinó a Von Bredow –Von Bulow en la novela-? ¿Tanto es el valor de un violín? ¿Quizá ese violín no se asemeja al resto de violines del mundo?
Son estas algunas de las preguntas que el narrador resuelve a lo largo de la historia. Pero habrá que dejar que esas respuestas las descubran los lectores. Ahora, en esta mañana de verano, es el turno de otras revelaciones: las que el propio Alejandro G. Roemmers nos ofrece en el patio de la Escuela Internacional de Lutería de Cremona, donde por primera vez saluda a los medios congregados a la cita. Primera parada del viaje. Primera parada en esta presentación de la nueva obra. Por el elegante edificio de la ciudad italiana, con la compañía del autor, nos explican la estricta metodología a la hora de fabricar un violín cremonés. Se trata de un curioso proceso que exige un cuidado severo. En la selección de los materiales, en el tratamiento de estos. Por este “centro mundial de la lutería” –así lo define Roemmers- conocemos cómo se construye este instrumento. Un protagonista más de la novela.
Un Harvard de la lutería y de la música
El edificio que acoge a la Escuela Internacional de Lutería reúne diferentes estilos arquitectónicos, y su uso ha ido cambiado con el paso de los años. “Este es un palacio renacentista, barroco; fue palacio nobiliario, ópera, mercado”, detalla el escritor Alejandro G. Roemmers. Una riqueza que despierta el interés del visitante y que convierte a este lugar en un monumento. Pero además de ese valor –histórico y patrimonial-, esta exclusiva escuela es una popular fábrica de violines y un centro donde se enseña a tocarlos. Alumnos de todo el mundo acuden a esta prestigiosa institución. Una especie de Harvard de la lutería y de la música virtuosa.
Paseamos las salas de la escuela y observamos gubias para tallar la madera del violín. “Madera de arce”, aclara Angelo Sperzaga, profesor en el centro. “Es madera que viene de los Balcanes, de las montañas de Italia, de Venecia”, añade el maestro. Hablamos de un material “muy resistente”; de una madera capaz para soportar el inevitable desgaste del uso –del paso del tiempo- e incluso “el sudor” de los músicos, que en principio podría deteriorar el valioso instrumento o sus barnices. “Estos violines suelen pesar unos trescientos gramos, y cuestan unos 3000 o 3800 euros”, informa Sperzaga.
El profesor asegura que cada instrumento tiene un sonido distinto según el lutier que lo fabrique; es decir, según la “personalidad” del artesano. “Tu personalidad se transmite en lo que haces”. Una inesperada afirmación que nos recuerda a la novela de Roemmers, donde el violín –el último Stradivarius- adquiere facultades cercanas a lo sobrenatural.
El asombroso precio de un Stradivarius y una llamativa casualidad
Tras la visita a la Escuela Internacional de Lutería, y tras una pausa en la espléndida catedral de Cremona, nos dirigimos al que fuese el taller del lutier Antonio Stradivari -donde se instaló un 4 de julio de 1667-. El edificio, que hasta hace dos años era una tienda, ha sido remodelado para simular la casa-taller del artesano cremonés. Alivia este hecho en un mundo en el que sucede lo contrario: desaparecen los lugares históricos, no se cuida el patrimonio y en cuestión de horas nos han abierto una franquicia o un hotel.
En la planta baja del taller -Corso Garibaldi, 57- observamos más gubias, más mesas de madera, más violines, más faenas y dos aplicados lutieres, jóvenes; en la segunda planta, nos explican, se reserva el espacio para los músicos que quieran seguir formándose. También nos señalan el lugar en el que, cuentan, Stradivari “secaba” los violines recién barnizados.
La recuperación del taller de Stradivari ha sido posible gracias al trabajo del músico Fabrizio von Ark. El violinista, en la segunda planta, nos deleita con un enérgico concierto. Al concluir, nos muestra de qué está hecho el arco con el que se toca el instrumento. “Este está hecho de crin de caballo”, cuenta. Al desmontarnos el arco vemos un pelo sedoso donde segundos antes hubo una cuerda tensa. El repentino contraste causa sensación. Al igual que el precio en el que está valorado el violín que toca Von Ark: unos veinte millones de euros. Se trata de un Stradivarius. Auténtico -se calcula que hay unos seiscientos en el mundo-. Fechado en 1720.
En la planta baja de la casa, Roemmers interviene para contar una llamativa anécdota: la descripción que en la novela se hace del taller de Stradivari coincide con la disposición actual del edificio. Una coincidencia que dejó perplejo al autor, pues al escribir El misterio del último Stradivarius –en los meses más duros de la pandemia- desconocía el plano de la casa, y por tanto su distribución. En aquellos años la casa-taller era aún una tienda más de Cremona.
El itinerario de la presentación a los medios continuó por estas calles calladas de la ciudad. Sin turistas, ambiente provinciano, toque de campanas en el Torazzo, calor húmedo y en cada lugar ese sonido de la historia, a través de la música, a través de la mano maestra del lutier y del violinista, a través de la novela del escritor argentino Alejandro G. Roemmers.
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