"No creo que haya algo que no sea una ficción: todo puede convertirse en relato"
Felipe R. Navarro. Escritor
El malagueño regresa muchos años después de permanecer en silencio con un nuevo libro de cuentos, 'Hombres felices', una disección del anonimato que resiste fuera de los focos de atracción.
La aparición de Las esperas (2000) bastó para hacer de Felipe R. Navarro (Málaga, 1969) un valor firme del cuento contemporáneo en lengua española. Sin embargo, al lanzamiento, salvo algunas excepciones recogidas en antologías como Pequeñas resistencias (2002), siguió un silencio con desconexión incluida del mundo literario que se prolongó durante tres lustros. Ahora, el escritor retoma el hilo justamente donde lo dejó con Hombres felices (Páginas de Espuma).
-Sus Hombres felices parecen habitar las afueras. Todos ellos hacen honor a la frase que cierra el libro: "Uno ahora no sabría exactamente dónde está la vida". ¿Es este desconocimiento, tal vez despiste, condición indispensable para hallar la felicidad?
-Sí, los personajes están en los márgenes. Es un lugar donde hay que pelear mucho, donde hay que sobrevivir, y donde las cartas que te salen son las que tienes. Y es verdad que la última frase recoge mucho del contenido del libro, pero también del libro anterior, cuya última frase anunciaba tal vez una continuidad que ha venido ahora. Pero sí, creo que en los márgenes se produce una suerte de explicación para la vida que tiene bastante que ver con la felicidad: al final, esto no está tan mal.
-¿Admite la idea de que su libro es una crítica a un foco central que acapara toda la atención y que anula todo lo demás?
-Sí, porque el foco está falseado. Me interesa mucho no sólo lo que hay fuera del foco, sino la falsificación de lo que está dentro. Y lo que está dentro no deja de ser una ficción. Más aún, no creo que haya algo que no sea una ficción, porque en el momento que algo puede ser un relato ya es ficción. De modo que a lo que podemos aspirar es a la verosimilitud, pero no a la verdad. La verdad está fuera. Alguien nos ha dicho que lo único interesante es el foco, pero no es así. Hace poco le leí a Nuria Barrios que la fotografía mata todo lo que hay fuera de ella, y justo esto es lo que me interesa, lo que no sale en la fotografía. Todo esto tiene que ver con la escritura, pero también con una cierta posición ética ante la vida, la de mirar las cosas más nimias e interrogarlas, preguntarse por qué. Pedir siempre explicaciones. Es más, yo soy un yonqui de las explicaciones. Que te cuenten ciertas chorradas, sobre todo a algunas alturas de la vida, ya resulta demasiado gratuito. Cuestionarse las cosas es una obligación. No hay que dar nada por sabido.
-Respecto a las fotografías, algunos cuentos son apenas descripciones de ciertas imágenes fijas, y la referencia a Edward Hopper es reveladora, por cuanto es la gente que simplemente está en un sitio la que protagoniza sus cuentos. ¿Hay una narración posible en cualquiera que pasa?
-En muchas situaciones a las que uno se enfrenta día a día se encuentran varios relatos. Pues bien, ninguno de ellos me parece terrible. Nunca ha salido tan barato hacer un símbolo como en esta época. Y de hecho son las cosas aparentemente menos simbólicas las que merecen ser dotadas de sentido, porque lo demás está falseado. Por esto me parece muy recurrente Hopper con sus personajes anónimos. Me interesa mucho la gente común, la de la calle. Para escribir sobre Rafa Nadal ya están las secciones de deportes de los periódicos. A mí me interesa el tipo que juega al tenis solo en la pista de una urbanización, que por lo que sea va allí a dar raquetazos. Para mí esta mirada, como ciudadano, más aún que como escritor, constituye una exigencia.
-Su apego a la filosofía transpira en un cuento como Orígenes del turismo, una relectura del mito de Sísifo. ¿Le preocupa la libertad?
-En este cuento, Sísifo llega a ver lo que hay al otro lado tras subir la cuesta y descubre que es lo mismo: la bajada hasta donde está la piedra para volver a levantarla a partir de cero. Pero es que creo que ahí puede haber cierta alegría. Esto es lo que hay que hacer, ¿no? Bien, hagámoslo. En este sentido sí que trata sobre la libertad, sobre la capacidad de elección.
-Su argumento sobre Sísifo parece responder en este sentido a Albert Camus: "El empeño en la tarea basta para llenar el corazón del hombre".
-Exacto. ¿Por qué tiene que doler tanto? Precisamente, El mito de Sísifo es uno de esos libros que tengo siempre a mano. Nunca termina de volver a la estantería.
-Volviendo a la fotografía, y a tenor de Wittgenstein, que también se deja notar en Hombres felices: si lo que le interesa de una fotografía es lo que no aparece en ella, ¿lo más interesante de lo que podemos contar es lo que no podemos contar?
-Hay muchas cosas que no sabemos nombrar. Y esto tiene mucho que ver con la necesidad. Lo que se cuenta no es tanto lo que uno necesita contar sino lo que puede contar. De la misma forma en que uno no hace lo que quiere, sino lo que puede. Hay cosas que no se pueden decir ni se pueden hacer. Llámalo autocensura, si quieres; yo prefiero considerarlo un uso responsable de la libertad, el ser consciente de lo que va a pasar cuando, después de andar tres pasos, te dispones a dar el cuarto. Al decir, sucede lo mismo. Como enseñó Samuel Beckett, hay cosas que son innombrables.
-Precisamente, Beckett también resuena mucho en el libro.
-Sí, soy muy transparente en este sentido. En los últimos años he adquirido muchos libros y muchas obsesiones, y todo eso transluce en los cuentos.
-¿Cómo ha sido el proceso de escritura de estos cuentos, dado el tiempo que se ha tomado desde el anterior libro? ¿Empezaron a gestarse tras Las esperas, o son más recientes?
-Todos estos cuentos son recuentes. Los escribí en seis meses de 2013. En 2005 decidí romper tanto con la escritura como con la idea de escribir. Incluso dejé de ver a los amigos con los que me unía la escritura. Hay psicoanalistas que dicen que esto no se puede hacer. Pues bien, yo lo hice. Durante algunos años, mi único vínculo con la literatura fue la lectura. Hasta que en 2012, aconsejado con mi hermano, empecé a escribir un blog y no tardé en darme cuenta de que en lo que estaba colgando había un libro más o menos armado. Entonces sólo pude ser consecuente y terminar de armarlo. Pero sí, todo es reciente, salvo el cuento Óxido, que aunque también lo he escrito ahora proviene de una idea de 2005.
-¿Se sintió de alguna forma como quien despierta de un coma y tiene que volver a aprender a hablar y a caminar?
-No, para nada. No sé si salí o no de un coma, lo que sé es que simplemente eché a andar y vi que lo hacía bien. Imagino que en los fraseos y en el mismo proceso tuvieron mucho que ver las lecturas que disfruté mientras no escribía. Aunque estuve desconectado de la escritura, todo eso seguía ahí, supongo. Ahora sí vivo en esa situación en la que ves historias y se te ocurren narraciones. Ya se irán sedimentando y formando algo, supongo. Espero, eso sí, que sea antes de otros quince años.
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