JOSÉ VALENCIA I CRÍTICA

La gramática del cante

El cantor y el guitarrista Pedro María Peña en un momento de 'Nebrissensis'.

El cantor y el guitarrista Pedro María Peña en un momento de 'Nebrissensis'. / Jesús González Laguna (Sevilla)

 

Con la pulcritud del académico que estudia el cante hasta diseccionar cada nota y con la convicción del humanista que reclama la libertad de las ideas ha abordado José Valencia la vida, la obra y la poética de Elio Antonio de Nebrija, el creador de la primera gramática castellana del que se cumple el V centenario de su muerte.

De esta forma, haciendo alarde de sus cualidades dramáticas y más templado que de costumbre, el lebrijano se metió en la piel (y en la cabeza) de su paisano presentando una propuesta teatral, cuya escenografía, iluminación, dramaturgia (con idea original y asesoramiento científico de José María Maestre Maestre) y textos (algunos extraídos de los propios poemas de Nebrija y otros compuestos por Casto Márquez) empastaban a la perfección con las dotes del cantaor y con lo que se quería contar. A pesar de la dispersión que provoca un espacio como el Real Alcázar, claramente inapropiado para esta obra íntima, que se hubiera disfrutado mucho más en un teatro como el Lope de Vega.

En cualquier caso, entre baúles, libros y faroles de luz tenue, Valencia logró crear el ambiente casi litúrgico que marca el espectáculo y dar fuerza a la palabra de este “centinela de las letras” con intensidad, pero también con mesura. En este sentido, es éste el trabajo más completo de todos los que ha abordado el artista sobre poetas o intelectuales. Entre otras cosas porque asume con naturalidad su imaginario y lo integra perfectamente a su cante expansivo y directo que aquí, eso sí, encuentra menos espacio para la emoción.

Así, con un concepto sonoro actual y sugerente, dominado por las excelentes guitarras de Juan Requena (flamenca y precisa) y Pedro María Peña (creativa y soñadora) y por la percusión estimulante de Manu Masaedo, el cantaor encadena poemas recitados con un hilado repertorio de nanas, seguiriyas, alegrías, romances, tangos y peteneras, en la que despliega su poderosa voz atreviéndose incluso con el latín.

Es verdad que la propuesta peca a veces de exceso de afectación y aflicción, y obvia otros aspectos personales de Nebrija que, como recoge en su novela la periodista y escritora Eva Díaz Pérez, lo alejan de esa imagen seria y sesuda. Aun así, José Valencia demuestra una vez más su valentía y su entrega en la escena, preguntándose como un mantra “qué servidumbre me ata, qué dominación es ésta”. 

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