Sacar la basura

Coincide el estreno en Filmin de este primer largo de Luna Carmoon con su aparición en lo más alto de una de esas listas (The Indepedent) con lo mejor del año, razón más que suficiente para darle una oportunidad entre la abundante oferta de novedades en las plataformas.

Y lo que encontramos no deja de ser una prolongación generacional del viejo drama social británico bajo nuevas perspectivas poéticas, a saber, una cinta que tiene algo del cine de Andrea Arnold pero también de reverso poco complaciente de otra película como la aclamada Aftersun, de Charlotte Wells, tal y como señala Clarisse Loughrey en su entusiasta reseña del filme.

Estamos una vez más en el ámbito del barrio y la clase obrera, de los márgenes y la vida precaria, pero sobre todo en el de una caótica relación materno-filial marcada por los síndromes y ese toque de locura que hace imposible la convivencia normalizada y empuja el drama a las segundas partes de acogida y adolescencia difícil en búsqueda de identidades y respuestas.

Carmoon huye de la tentación esteticista o excesivamente lírica para confrontar la mugre y la acumulación de basura, asunto central del filme, con toda su crudeza e incluso un punto escatológico. Al fin y al cabo, la de Los excesos es una historia de herencias malditas, fluidos y malos olores, un filme que busca su salida al exterior, sus fogonazos de ternura y su romanticismo desesperado entre habitaciones cerradas, fantasmas, pesadillas y en el espejo de otros personajes desplazados que también vienen del abandono y el desarraigo.

Y es en ese caos donde nuestra protagonista (estupenda Saura Lightfoot Leon) encuentra su personal y desconcertante camino de expiación y autodescubrimiento, la conciliación con el vínculo perdido y la posible escapatoria a sus propios temores. Aunque sólo sea por esa escena de las cenizas de la madre comidas a cucharadas, Los excesos bien merece ese pequeño hueco de audacia y regeneración en la tradición más exportable del cine británico.