Victoria reina sobre Palestrina

Cantoría | Crítica

Cantoría, en el Alcázar / Lolo Vasco

La ficha

CANTORÍA

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Femás 2025

Cantoría: Inés Alonso y Victoria Cassano, sopranos. Belén Herrero y Juan Manuel Morales, altos. Oriol Guimerá, Marc García, Jorge Losana y Andrés Miravete, tenores. Lluis Arratia, Guglielmo Buonsanti, David Guitart y Alberto Cabero, bajos. Marina López, órgano. Director: Jorge Losana.

Programa: ’Palestrina y Victoria: Tesoros del Vaticano’. T.L. de Victoria: motetes Laudate Dominum, Ave regina caelorum, Ave Maria a 8, Vidi speciosam y Alma redemptoris. G.P. da Palestrina: Misa del Papa Marcelo.

Lugar: Salón de Tapices del Real Alcázar. Fecha: Jueves 10 de abril. Aforo: Casi lleno.

El ya afamado conjunto vocal español Cantoría, de elenco originalmente reducido al cuarteto, estrenaba este jueves una amplia formación de doce jóvenes voces, solo dos de ellas femeninas y muy pocas de esa docena por encima de la treintena en edad.

Afortunadamente, pasadas épocas de carencias vocales en nuestro país, sorprende poco la solvencia técnica de un conjunto que es ya de primera línea europea: ayudado por una generosa acústica y por el atinado uso del órgano como colchón armónico, Cantoría lució un muy bello sonido, afinado, empastado, preciso en los ataques, limpio en la emisión y equilibrado. El Laudate Dominum de arranque presentó la mejor virtud que adornaría el concierto: una gran sabiduría grupal para darse el relevo entre las voces en el protagonismo dinámico y el impulso rítmico, infundiendo a la espléndida música del gran Victoria la emoción siempre atribuida a los polifonistas españoles.

Los sutiles giros madrigalísticos y las armonías osadas del abulense fueron transmitidas con sinceridad y transparencia, con las voces superiores a pleno rendimiento, gobernando el concierto desde un plano expresivo superior al del supuesto protagonista principal de este, el mítico Palestrina. La marmórea música del paradigma de la música romana palideció ante la de su probable discípulo; su gélida belleza fue solo reposo entre victorias: en tesituras menos agradecidas, sin ese impulso interior, sin la amplitud dinámica de que disfrutamos en los motetes. Sin esa emoción.

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