¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
Bienal de Flamenco 2020
Podríamos hablar de los nombres que se han quedado fuera del programa, los aficionados de otros lugares del país o del mundo que no han podido venir, los niños y jóvenes que no encuentran espectáculos o actividades dirigidas a ellos, los programadores que se van a perder los estrenos... Pero, esta vez, queremos rescatar del olvido a todos esos críticos gracias a los que la Bienal ha llegado a ser lo que es, aunque ahora sólo se les señale para referirse a los artistas que temen acudir a la cita por no someterse a su juicio.
Ciertamente se echa de menos que una efeméride como la que se celebra este año -su 40 aniversario- no haya servido para reconocer a quienes durante estas veinte bienales han ido narrando y sometiendo a mirada y criterio cuantos espectáculos han pasado por los teatros de la ciudad. Sobre todo, cuando miramos alrededor y vemos que cada vez son menos los que pueden resistir a esta profesión tantas veces ingrata y siempre mal pagada.
Por supuesto, estas líneas no pretenden hacer un llamamiento a la compasión, sino a la generosidad y a la justicia. Porque es incuestionable que ellos, desde sus columnas diarias, han ejercido de orientadores, instructores, gurús o intérpretes de lo jondo, antes de que existieran los influencer, escribiendo la historia de la Bienal, aun a riesgo de enfrentarse a dilemas éticos y contradicciones varias.
Por eso, más allá de las filias y fobias personales, a veces muy difíciles de gestionar en una ciudad tan pequeña, el flamenco le debe su agradecimiento a quienes han contribuido a divulgar, medir, dignificar y expandir este arte al mundo desde sus plumas. Tampoco hubiera estado mal, además, insuflar un poco de ánimo a los pocos históricos que quedan y que siguen ejerciendo la labor en un momento en el que se convive con apasionados que escriben gratis por una entrada, el posicionamiento SEO se impone a la sensatez, el taxi de vuelta cuesta más que lo que firman y opina en las redes hasta el community de la Bienal. Lo dicho, los aniversarios deberían servir para hacer memoria y Sevilla ha perdido una preciosa oportunidad de devolver a sus críticos algo de lo mucho que éstos han dejado a los que les hemos leído cuando aún no teníamos ni para pagar las entradas. Tengan claro que para que la cultura siga rodando somos necesarios todos y que cuando un crítico se rinde pierde el flamenco.
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