Crítica 'El desconocido del lago'

El día y la noche del cazador

El desconocido del lago. Comedia dramática, Francia, 2013, 93 min. Dirección y guión: Alain Guiraudie. Fotografía: Claire Mathon. Intérpretes: Pierre Deladonchamps, Christophe Paou, Patrick D'Assumçao, Jérôme Chappatte, Mathieu Vervisch, Gilbert Traina.

Casi de tapadillo, con una semana de retraso, en una única sala y con un solo pase diario, El desconocido del lago se estrena en la ciudad que le diera hace unos meses el Giraldillo de Oro para evidenciar no sólo la poca incidencia de dicho premio en el impulso comercial de la película, sino también la timorata política de la exhibición local a la hora de acoger películas de cierto riesgo (en este caso de temática homosexual y sexo explícito), lo que deja a esta capital andaluza en un cada vez más lejano y triste segundo plano respecto al circuito del mejor cine de autor que llega a nuestro país.

Con todo, El desconocido del lago, sexto largometraje del francés Alain Guiraudie y primero de los suyos que se estrena en España, supone todo un acontecimiento cinéfilo no sólo por su valentía a la hora de mostrar el sexo masculino en toda su explicitud y duración, asunto tabú donde los haya, sino, sobre todo, por el cuidado y exquisito rigor formal que preside su puesta en escena, que trabaja sobre la geometría de la mirada, sobre un espacio reducido (el lago y sus alrededores), sobre los mecanismos de la repetición, la elipsis y el encuadre, sobre el paisaje y las figuras, sobre la delgada línea roja entre las pulsiones de deseo y muerte, en definitiva, para moverse entre los registros del retrato naturalista y el filme noir con apuntes de comedia entre una exaltación de los cuerpos y la naturaleza que remiten a un extraño cruce entre Renoir más campestre y La noche del cazador de Laughton.

Guiraudie reposa aquí de las huidas constantes de su anteriores filmes (Pas de repos pour les braves, El rey de la evasión) y repite con los tipos singulares para delimitar en los alrededores de un lago el escenario casi teatral para un juego de miradas, deseos y pasiones primarias protagonizado por varios hombres solitarios que buscan allí, en encuentros furtivos en la orilla o entre los matorrales, una dosis de placer anónimo y rápido, quién sabe también si el brote de un amor más sincero o duradero.

Los sonidos de la naturaleza impasible al curso de los acontecimientos, el ritual del tiempo y el encuadre, marcan el paso de unos días que se desplazan poco a poco de la mañana hacia el atardecer, preludiando ese movimiento sutil hacia la oscuridad, hacia lo fantástico o el tono de pesadilla, hacia el peligro y la muerte de unos personajes que van desdibujando su carácter realista para convertirse en otra cosa, en cazadores y presas, acechados por miradas externas, por ese policía caricaturesco o por ese otro visitante del lago, tal vez el desconocido del título, que nunca participa en los juegos sexuales, que tan sólo observa y mira el hormigueo de idas y venidas del paraíso al infierno.

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