TURANDOT | CRÍTICA
'Turandot' y el poder de la fábula
Exposiciones
¿Cuál es el lenguaje del silencio? ¿Cómo ahondar en el significado de una palabra que se agota en sí misma? Son algunas de las preguntas que se han planteado en El cuerpo del silencio, exposición que acaba de inaugurarse en la Fundación Valentín de Madariaga. La muestra, comisariada por Reyes Abad y Macarena Gross, acoge la obra de dieciséis artistas -Anish Kapoor, Eugenio Ampudia, Pablo Martínez Conradi, Atín Aya, Lucía Loren o Soledad Sevilla, entre otros- que nos invitan a reflexionar en torno al silencio, a aquello que nos sugiere, nos evoca, nos dice.
Hasta el próximo 22 de noviembre, se puede visitar este trabajo coral en el que ponemos voz al silencio, a ese concepto, en principio, sin voces. La contradicción nos ofrece una idea de interés –que ya de por sí misma despierta la atención-, a la que se le suman las diversas ideas de cada uno de estos creadores. Además de “ver la belleza escondida que hay detrás de todo”, como señaló Macarena Gross.
La palabra cuerpo remite a lo que contiene límite, a lo que está definido, “a lo corpóreo”, añadieron las comisarias. Pero también nos propone otro significado: el de lo orgánico. Es decir, el del cuerpo como un organismo que funciona en el mecanismo de cada parte. El cuerpo del silencio es una muestra que da forma, que propone definiciones a un concepto; pero también es un recorrido por diferentes maneras de entender el silencio. Cada una con su personalidad y con su enfoque, pero todas unidas, como el engranaje de un reloj o el sistema de un instrumento.
`El cuerpo del silencio´es un recorrido por diferentes maneras de entender el concepto"
Una pieza que resume esa idea de la exposición, esa visión orgánica y coral, es La gran cascada, de Eva Lootz. La obra, ubicada en la primera sala de El cuerpo del silencio “ha estado en el Reina Sofía este verano”, detalló Reyes Abad, hablando de esta propuesta “que nos emocionaba especialmente”. La gran cascada se constituye en una especie de reloj de arena, en una clara alusión al paso del tiempo. O mejor dicho: al silencioso paso del tiempo. “Esta pieza –detalla la comisaria- representa la estética de la conservación del tiempo. Y nos llama a la observación. En ella también es importante el proceso para montar la pieza, que tenemos recogido en un vídeo. Es toda una ceremonia. Cómo cae la arena al suelo”. Esta estructura, de la austríaca Eva Lootz “pertenece al Centro de Arte Dos de Mayo”. Como curiosidad, Reyes Abad ofreció un dato: “La arena –elemento clave de la obra- es el material más vendido en el mundo. El más utilizado”.
Continuando el itinerario de El cuerpo del silencio, nos encontramos con la maqueta y los planos de Edificio para un vacío, de Anish Kapoor. Para aquellos que no lo recuerden: la obra fue demolida a mediados de la década de los noventa, y estuvo situada en la Isla de la Cartuja, lugar en el que se construyó con motivo de la Expo del 92. El edificio tenía una altura de quince metros y se asemejaba a una torre-fortaleza, a un zigurat, al que se podía entrar tras subir una escalera en espiral, que rodeaba el exterior de este singular edificio.
Siguiendo con las singularidades –y con obras que por una razón u otra conllevan una lectura-, nos detenemos en Ya me habitaban, de Ignacio Llamas, discípulo de Luis Gordillo o Gerardo Aparicio. Llamas, cuya trayectoria destaca por la fotografía y el trabajo de instalaciones, nos trae una serie de cuencos –cuyo número coincide con la edad del creador- que son metáfora del hombre: la superficie –material, visible y previsible- y el vacío interior –intangible, más complejo y abierto a las cavilaciones-. “En el fondo lo que hago es hablar del cuenco como símbolo del ser humano. A través de este recorrido exterior por la obra, se hace un viaje interior. De autoconocimiento”, detalló Llamas.
Son muchas las posibilidades que vertebran la palabra del silencio. Su idioma. Un lenguaje que en absoluto se limita a lo verbal, pues con la música también se puede hablar del concepto. Así lo demuestra Eugenio Ampudia en Concierto para el bioceno, una performance grabada el día en el que terminó el Estado de Alarma, tras los meses de confinamiento a causa de la pandemia. Ampudia organizó en esta fecha, en el Liceo de Barcelona, un original concierto en el que el protagonista fue el público -un público de más de dos mil plantas colocadas en las butacas del Liceo-.
“Esta obra es un concierto que, en vez de ser a un público humano, es a unas plantas. Hay 2293 plantas. Una en cada una de las butacas que hay en el Liceo de Barcelona. La verdad es que lo que más me sorprendió de llevar a cabo esta pieza es que al final lo vieron doscientos cincuenta millones de personas”, relató Ampudia, quien continuó comentando que el propósito de este concierto “era una forma de comunicar que el mundo en el que vivimos, la época del Antropoceno, donde el humano mandaba, ha sido un desastre”. El artista quiso “abogar por una relación más intensa entre especies” y “por relacionarnos con las plantas y restos de individuos de igual a igual”. “Las plantas, además, reaccionan a la música, y les gusta especialmente la música clásica”, añadió Ampudia.
La música que se interpreta en este concierto es Crisantemi, de Puccini, pieza para cuarteto de cuerdas, compuesta a finales del siglo XIX. “Puccini escribe la obra en un momento muy triste de su vida, y lo que yo quise también es contarles a las plantas lo triste que estábamos en ese momento”, concluyó el artista.
El cuerpo del silencio, en la Fundación Valentín de Madariaga, procura dar forma lo intangible, a través de la pintura, la escultura o la arquitectura. Una exposición que contiene reflexión y hallazgos en torno a un concepto universal. Y con la que vemos, desde otro enfoque, lo ya conocido. Es decir: un trabajo que responde a la principal tarea del arte y de la cultura.
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