Dientes de leche | Crítica

Niños o monstruitos

  • La escritora Lana Bastasic, crecida en la guerra de Yugoslavia, muestra en sus relatos una visión poco idílica de la infancia

Lana Bastasic.

Lana Bastasic. / Radmila Vankoska

En el Evangelio Jesús dice que para entrar en el cielo hay que hacerse niño, ejemplo de sencillez y pureza de alma. J.M Barrie, el creador de Peter Pan, dijo que no hay nada más hermoso después de ser niño que seguir siéndolo. La sublimación de la niñez ha sido una constante. Pero la escritora hoy bosnia Lana Bastasic (Zagreb, 1986) se pregunta si son los adultos, por nostalgia o por efecto del discurso único, los que subliman e idealizan esta etapa de la vida. Los doce relatos de Dientes de leche son una oscura impugnación de la niñez como estado idílico. Los niños pueden llegar a ser monstruos. Llega el momento en el que los padres, que lo son todo hasta entonces, resquebrajan su aura y se convierten en dioses caídos.

En los relatos de Bastasic muchos de sus niños y niñas matan o hacen sufrir. En Sangre una niña de diez años padece su primera menstruación; pero su madre, alcohólica, sale de casa en bata y zapatillas para comprar compresas y no vuelve. Una inquietante vuelta de tuerca a la tradición del Ratón Pérez se ofrece en Dientes de leche, que da título al libro: si en la infancia se caen los dientes, la muerte empieza a dar pistas cuando también se les caen a los abuelos. En Un día en la piscina, un niño obeso, que da clases de natación, ha de soportar la mala bilis de su propio padre, que lo avergüenza. Una niña difícil y contestataria se entretiene estrujando renacuajos con los dedos y asfixiando a los peces que saca de un acuario (Ácido). Otra niña, en trance de pubertad, sufre acoso sexual en la calle mientras va a comprar el pan (Pan). En Dios es miel, en plena Pascua ortodoxa serbia, otra niña se pregunta por qué mueren unas tortugas en un hogar donde están muy presentes los iconos religiosos.

Portada de 'Dientes de leche'. Portada de 'Dientes de leche'.

Portada de 'Dientes de leche'. / D. S.

La infancia de Bastasic, como la de tantos niños de su generación, estuvo marcada por la guerra de la ex Yugoslavia en los años noventa. Su mención no se transmite abiertamente en los relatos. Pero sí se inoculan sus consecuencias en el ámbito doméstico, en lo hondo de tantas familias perjudicadas. Muchos padres tuvieron que reinventar sus vidas pasados ya los 30 años. Todo lo que era aparentemente sólido se desvaneció. Los niños, desde su ángulo, asistieron a esta mutación inesperada, la cual explica, entre la ficción y la experiencial real, que la niñez también crea monstruos.

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