El retrato "tan brutal, tan hermoso" que hacía el catedrático de Historia del Arte Arsenio Moreno de Luisa Roldán, La Roldana, en la novela Por los sombríos corredores del Alcázar cautivó al director de la compañía La Tarasca, Ramón Bocanegra. Las páginas de ese libro encerraban la intensa biografía de la imaginera -que se distanció de su padre, Pedro Roldán, por casarse sin contar con su aprobación, que sufrió la muerte de varios de sus hijos, trabajó como escultora de cámara para Carlos II y Felipe V y murió en la pobreza, poco después de ser la primera española reconocida por la Academia de Virtuosos de San Lucas, en Roma-, pero en esa obra también había un rasgo que conmovía a Bocanegra: la sensibilidad con la que el autor había sabido plasmar la psicología de un personaje "tan femenino". Desde La Tarasca supieron pronto que ese material tendría una enorme fuerza trasladado al escenario, y así surgió La Soledad (de La Roldana), el espectáculo que se estrena la semana próxima en el Lope de Vega.

La escultora sevillana revive gracias a una visión "historicista, pero también contemporánea", indica Bocanegra, que anteriormente había acompañado otros montajes de música barroca, "pero esta vez hemos renunciado a la viola de gamba y optamos por un piano y un violín", y ha concebido la escenografía con "un planteamiento minimalista". Uno de los elementos más llamativos de La Soledad..., sin embargo, es la apuesta por desdoblar a La Roldana en tres actrices diferentes, Cristina Almazán, María Varod y Celia Vioque, "que reflejarían no tanto diferentes edades del personaje, sino distintas potencias del alma: la voluntad, el entendimiento y la memoria", explica el director, que triunfó la pasada navidad con una celebrada versión de Oliver Twist en el Teatro Central y encuentra similitudes entre esa propuesta y la nueva. "Oliver Twist también hablaba de seres que estaban marginados. La Roldana se siente sola en una sociedad patriarcal, en un tiempo en el que las mujeres ni siquiera tenían capacidad legal para firmar contratos. En la corte decadente de Carlos II, ella se pudo sentir como otro raro más, como los bufones Eugenia la Monstrua o El Francesillo", opina Bocanegra en relación a los personajes que interpretan Inma Font y Juanjo Macías.

Los tres rostros de las protagonistas sirven para resaltar los relieves de la compleja personalidad de La Roldana. Uno de los aspectos que sobresale en la mujer que interpreta Cristina Almazán es la profunda espiritualidad de alguien que, "a pesar de haber sufrido muchísimo", afirma la actriz, "a pesar de la muerte de sus hijos o del abandono progresivo de su marido, se vuelve a mirar a Dios y sigue buscando su apoyo". Celia Vioque, mientras, encarnaría la parte "más pasional, con esa energía con la que afronta el amor, su vida, su trabajo. Vivió de una forma extrema en comparación con el resto de mujeres de su tiempo, y abrió un camino a las que vinieron después", reivindica la actriz. Su compañera María Varod destaca de su Roldana "la superación, la constancia". Pese a todos los obstáculos que tuvo en su contra, y a que en sus últimos días los achaques de su enfermedad le impidieron escribir y trabajar, Luisa supo mantener el coraje. "En algún momento de debilidad reniega de ser mujer, pero está orgullosa de ser quien es", apunta Varod.

La obra no "demoniza" a ese marido cada vez más ausente, Luis Antonio de los Arcos, interpretado por Pablo Gómez, un hombre "con demasiados pájaros en la cabeza, proyectos que nunca lleva a cabo, y al que le gustan mucho las mujeres", tal como lo describe el actor. Pero Luisa Roldán nunca renegará del triste destino al que la condenó el afecto por ese tipo esquivo. "Tiene demasiado orgullo para admitir que se ha equivocado, que su padre tenía razón. No va a volver con su familia", considera Almazán, que señala que "el espectáculo no criminaliza al marido. El foco está en ella: en lo que vive, en lo que sufre, en lo que ama".