Una exploración del color

Color y significado | Crítica

Acantilado publica 'Color y significado', una exhaustiva indagación en todos los aspectos del color: históricos, simbólicos, antropológicos, culturales, científicos, formales, etc., obra del historiador del arte John Gage

El sueño. Pablo Picasso. 1932
El sueño. Pablo Picasso. 1932
Manuel Gregorio González

02 de abril 2023 - 06:00

La ficha

Color y significado. John Gage. Trad. David Horacio Colmenares. Acantilado. Barcelona, 2023. 592 págs. 34 €

En los últimos años se ha prodigado la exploración de un tema en apariencia archisabido: el color y su naturaleza, el color y su fabricación, el color y su posible significado religioso, simbólico o sentimental, con las infinitas particularidades que ello ofrece. No hace muchos años era el pintor y erudito Michel Pastoureau quien abordaba esta cuestión, deteniéndose en la capacidad de simbolizar, en los mensajes que albergan y atesoran los colores (Azul: historia de un color, Diccionario de los colores, Una historia simbólica de la Edad Media occidental....). También el divulgador británico Philip Ball, especializado en temas científicos, publicó en 2001 La invención del color, una obra excelente sobre el origen y la fabricación de los colores, y sobre las diversas implicaciones que su producción industrial ha tenido sobre el mundo contemporáneo (por ejemplo, en el color de la vestimenta y en la pintura al aire libre, antes muy dificultosa). Por su parte, este Color y significado de John Gage no hace sino agrupar dichos campos para dar una amplia y rigurosa visión de conjunto. Una visión que abunda en la historia intelectual del color y, por lo tanto, en las diversas explicaciones que, desde la antigüedad a nuestros días, ha querido dársele a este hecho, a un tiempo cercano y misterioso.

Gage recuerda la distinta importancia del color del Medievo a nuestros días

Esto quiere decir que Cage se detiene en cuantas explicaciones se han ofrecido sobre el origen y la naturaleza del color (desde Aristóteles a Newton, a Goethe, a Runge, a Matisse...); pero también, en varias cuestiones de notable importancia y cuya naturaleza es también histórica: una primera es la cuestión de la luminosidad que parece ocupar al mundo antiguo y a la Edad Media. De Bruyne recordaba, y Gage analiza aquí admirablemente, con ocasión de los mosaicos, que una preocupación central de la estética del medievo era la luz: la luz asimilada a la salvación, la luz como contraria y enemiga de las sombras, y no tanto el colorido en abstracto, al margen de su virtud lumínica. Otra cuestión, que atañe a la historia, pero también a la antropología, etc., son los nombres que cada sociedad ha otorgado a los colores, y las distintas categorías y matices que se derivan de ello. A este respecto, Gage recuerda la extraordinaria obra de fray Bernardino de Sahagún, Ritos y costumbres de los aztecas, escrita a en la segunda mitad del XVI, pero publicada cuando ya declinaba el XVIII, y donde el religioso español recoge la compleja cultura artística precolombina y los distintos colores (que no incluían el azul, como distinto del verde), con que ornaron sus monumentos, ropas y utensilios. Esto es, fray Bernardino documenta ya un aspecto cultural, subjetivo, del color, que no haría sino centuplicarse un siglo más tarde.

Recordemos, a este respecto, que el siglo XVII es también el siglo de los ocres. No obstante, y sobre todo, el siglo barroco es el siglo de la óptica y del triunfo del color en la pintura. Vale decir, el siglo del movimiento, del “trampantojo” y de la incertidumbre de los sentidos. Es en ese siglo cuando Newton desvelará una verdad prismática, en la que el color emana de la luz, y donde la importancia del observador, de lo subjetivo, no hará sino acrecentarse hasta llegar (con el intermedio erudito de las teorías del color de Goethe y Runge, en el XVIII-XIX), al colorismo de las vanguardias. Este es el tercer aspecto que Gage considera largamente en estas páginas (el uso subjetivo del color), que a su vez pudiera revertir en los otros campos ya mencionados: el azul de ultramar como signo de pureza en el medievo -también como prueba de riqueza, dado el precio del lapislázuli- y como emblema de la melancolía o la eficiencia, siglos más tarde. Será pues esta indagación, a un tiempo “científica” y sentimental del color, en la que parece debatirse la pintura contemporánea, desde el impresionismo y el puntillismo de Seurat a la abstracción lírica de la segunda mitad del XX, la que cierre esta prospectiva de Gage.

Una prospectiva (“Arte, ciencia y significado” reza el subtítulo), cuya función parece ser la de exponer todas las cuestiones que el color suscita, y no tanto la de ofrecer una respuesta definitiva. En tal sentido, Color y significado es una obra necesariamente, felizmente inconclusa.

Colores inestables

La naturaleza voluble del color no es, sin embargo, una cuestión arcana. En las últimas décadas hemos asistido a una impresionante “resignificación” del color verde, que pasó de indicar en los 70/80 la florescencia radiactiva de los residuos industriales (o los desmanes científicos que crearon a Hulk), a convertirse, finalizando el XX, en un emblema de la virtud ecológica: “Piensa en verde”. El paso del colorido XVII al austero XVIII, el deslizamiento de un barroco visual al XVIII conceptuoso, es también el tránsito de la exuberante pintura de Rubens, de la pintura en claroscuro de Caravaggio y el caravaggismo, a la ponderación de la escultura clásica, considerada erróneamente como de color blanco, y en la que el neoclasicismo hallaría su fundamento último. En el XVIII, pues, se da un extraordinario duelo entre la forma y el color, en el que el color correcto y la forma adecuada fueron tenues variaciones de lo blanco. El Romanticismo, no obstante, volvería a inspeccionar el color como una forma misteriosa de lo real, en la que lo real, a un tiempo, se dice mientras se oculta.

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