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Cultura

El explorador de Chicago

  • El veterano Henry Threadgill presenta un nuevo doble álbum a la cabeza de su proyecto Zooid con el que ratifica su autoridad en el espacio que conecta composición e improvisación.

In for a penny, in for a pound. Zooid. Pi Recordings/Distrijazz, 2015.

A mediados de los años 60 del pasado siglo, la ciudad de Chicago retomó su gloria pasada y volvió a convertirse en uno de los epicentros creativos del jazz mundial. El surgimiento de la Association for the Advancement of Creative Musicians (AACM) en 1965, de la mano del compositor y pianista Muhal Richard Abrams, articuló una reconstituyente lectura de la filosofía free conectándola con vías de expansión que insuflarían apasionantes ideas y emociones al género durante posteriores decenios. En este trampolín se impulsó como miembro fundador el saxofonista, clarinetista y flautista Henry Threadgill (1944) en un deseo de indagar en el balance entre la improvisación libre y sus propios modelos compositivos, sin olvidar el inevitable legado de la tradición que lo marcó en sus años de formación, a través de apuestas como el trío Air formado en 1971 junto al contrabajista Fred Hopkins y la batería de Steve McCall.

Hoy, más de cuatro décadas después, Threadgill persevera en la exploración y análisis de aquella relación, descubriendo flamantes vetas donde estructura y abstracción se aglutinan deparando óptimos resultados: In for a Penny, In for a Pound muestra al veterano músico y compositor aplicando una nueva vuelta de tuerca a su proyecto Zooid. El doble álbum se despliega desde un objetivo basado en fases que permite al grupo "revisitar y encontrar una nueva perspectiva y arreglo con cada interpretación", en palabras del propio líder. Esto se traduce en una organización de cuatro quintetos en cada uno de los cuales el protagonismo recae en un instrumento diferente: la batería y percusión de Elliot Humberto Kavee en Ceroepic, el cello de Christopher Hoffman en Dosepic, trombón y tuba de Jose Davila en Tresepic y guitarra de Liberty Ellman en Unoepic. Dos movimientos introductorios -In for a Penny, in for Pound (Opening) y Off the Prompt Box (Exordium)- preceden a cada pareja de quintetos aportando cohesión a una consistente obra que debe leerse como una única pieza de vocación -como sus mismos sufijos indican- necesariamente épica.

In for a Penny, In for a Pound representa la enésima ratificación de la considerable dimensión de Threadgill en la escena de la improvisación contemporánea del último medio siglo. Entre aquellos seminales Air y esta flamante entrega se puede rastrear una crónica plagada de episodios de alto nivel que lo equipara a otros grandes de la Windy City como Anthony Braxton o el mismo Muhal Richard Abrams. Baste con citar las dos cajas integrales de sus etapas discográficas en sellos como el italiano Black Saint (con los siete CD incluidos en la serie The Complete Remastered Recordings on Black Saint & Soul Note, conteniendo registros tanto a su propio nombre como al de Air que se extienden entre 1976 y 1993) o Novus y Columbia (ocho CD ofertados por Mosaic en The Complete Novus & Columbia Recordings of Henry Threadgill & Air abarcando grabaciones que van de 1979 a 1996). Ambas fueron publicadas en 2010 y constituyen un privilegiado recuento de un inacabable proceso de búsqueda que se ha ido enriqueciendo gracias a alianzas con atípicas estructuras tímbricas y rítmicas o con géneros de plural procedencia y que ha encontrado vehículo adecuado en aventuras como Very Very Circus (con el excelente Too Much Sugar For A Dime de 1993) o su continuación Make a Move.

Pero Threadgill nunca ha concebido pasado sin presente y su búsqueda abrazó el nuevo milenio asociada a un enésimo proyecto llamado Zooid que lo ha escoltado durante estos recientes lustros de la mano de interesantes trabajos discográficos como Up Popped the Two Lips (2001) o los dos volúmenes de This Brings Us To (2009 y 2010 respectivamente). Sustentado en la conexión entre vientos, maderas y cuerdas y en un tratamiento más camerístico de su sonoridad, Threadgill ha aplicado una remozada perspectiva a sus tesis, prolongando y amplificando las deducciones de episodios precedentes.

El arqueo entre su brillante pulso solista y las aportaciones de sus colegas permite hablar de una aventura ponderada aunque nunca previsible, propietaria de un privativo paisaje sonoro que bascula sin inestabilidad ni socavones entre la sistematizada exposición y la tensión regulada. Al timón de la nave, Threadgill sigue señalándose como un lúcido e impar director de operaciones, convencido de sus recursos e ideales y, a sus 71 años, todavía dispuesto a sondear territorios de crecimiento de una noción integradora que ha dado signo y sentido a su música durante décadas. Modelo a seguir.

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