‘La fiesta desde fuera’: una liturgia para la vida

Artes escénicas

Lola Botello recuerda a sus padres y a la niña que fue en un espectáculo que entrecruza teatro, música y poesía. Las funciones en el Central han agotado las entradas.

Lola Botello, en primer plano, con los cómplices que participan en ‘La fiesta desde fuera’.
Lola Botello, en primer plano, con los cómplices que participan en ‘La fiesta desde fuera’. / Felipe Rodríguez

La actriz y cantante Lola Botello se asomó al abismo de la orfandad en una fecha terrible, cuando la pandemia obligó a los ciudadanos a encerrarse en sus casas. Aquellas semanas extrañas visitaba a la intérprete, en el recuerdo, una pareja: su madre –que había muerto apenas un mes antes de que se declarara el confinamiento– se entrelazaba a su esposo –que ya llevaba fallecido tres años– al son de Antonio Machín. “Eran muy bailongos, y se habían conocido en un concierto del músico. En el tocadiscos de casa sonaban a menudo canciones como Dos gardenias o Camarera de mi amor”, rememora la hija, que en ese periodo, quizás para suavizar la pena o para dialogar con sus fantasmas, empezó a escribir compulsivamente poemas y canciones. Un material que se convertiría en la semilla de La fiesta desde fuera, el espectáculo que Botello y un puñado de cómplices presentan en el Teatro Central –hoy a las 19:00 y mañana a las 12:30– con las entradas agotadas.

Rodeada por unos “musicazos”, Bernardo Parrilla, Javi Mora, Lucía Martínez y Juana Gaitán, quien ha sido “una ayuda fundamental” en las canciones y sus arreglos; apoyada también en la dramaturgia de José Manuel Mora y acompañada por Carmen León, “una actriz como la copa de un pino” y compañera en las aventuras de Valiente Plan o Teatro Resistente, Botello dispone “una ceremonia de duelo” en la que conviven la música, el teatro y la poesía. “Hace mucho tiempo que los géneros se dinamitaron, pero la gente te sigue preguntando: ¿Es un concierto? ¿Una obra con sus diálogos? Es un poco de todo”, explica esta veterana que cultiva diferentes lenguajes: Ediciones En Huida ha publicado el poemario La fiesta desde fuera, y Cordelia, el grupo que lidera, grabará próximamente un disco con el repertorio de este espectáculo.

“Ya he visto agonizar cuatro cuerpos. A todos supe qué decirles. Las palabras salían de lo profundo de una cueva de siglos, insufladas por el poco aire de sus últimos alientos. La muerte flotando delante de mi boca prestada, antigua, pero más mía que nunca”, escribe Botello en uno de los textos. El arduo proceso de entender que los muertos no se van del todo y las ausencias no responden a su nombre llevó sin embargo a la autora y actriz a “sitios increíbles. Me he acercado a la religión, y me he planteado si existe el alma, dónde van los cuerpos, si mis padres me escuchan... También me sumergí en la filosofía y la poesía elegíaca. Me han surgido muchas preguntas que no han obtenido respuesta, pero que me han hecho crecer”, cuenta Botello, que aborda en este montaje temas universales.

Lola Botello.
Lola Botello. / Felipe Rodríguez

“Conforme la gente se fue sumando al equipo, trajo consigo sus historias de duelo. Y eso me vino muy bien, porque la obra es autoficción, y me tenía a mí en el escenario, y dudaba hasta qué punto no era un ejercicio exhibicionista, me daba pudor”, reconoce. No sólo los miembros de la compañía, también algunos allegados empezaron a confiarle recuerdos de sus fallecidos “de una verdad aplastante”, y “algunos de ellos suenan en escena. Ayer se lo decía a una amiga: hay momentos en los que siento que voy a reventar con tanta emoción. Aunque, como en los buenos entierros, la cosa tiene también su poquito de humor”, advierte Botello. “Yo vengo de la comedia y sólo sé actuar desde ahí”.

Concebir esta obra le ha regalado a Botello un inesperado reencuentro, y aquella niña con gafas que fue también irrumpió en sus pensamientos. “Es curioso”, analiza la actriz, también profesora de artes escénicas, “pero lo que yo creí un homenaje a mis padres terminó siendo una revisitación de mi identidad. Se me apareció la niña a la que pusieron gafas con dos años, que se volcó en la lectura y la escritura y que a partir de entonces observaría a los demás desde un rincón. Siempre ha habido un cristal que me separaba del mundo. Esa mirada atónita hacia la vida nunca ha dejado de existir”, comenta Botello. Lo apunta en uno de sus poemas: “Siete años, / un par de gafas / y un parche de plástico para curarme el estrabismo, / me hicieron ver para siempre / la fiesta desde fuera”. Gracias a la liturgia que brinda el teatro, esa niña volverá a reunirse con sus padres este fin de semana, y por el aire correrá una música que invita al baile.

stats