Cultura

Cuando fumar se hizo elegante

Todo comenzó con una saeta. En plena posguerra (1941) una adolescente María Antonia Abad dejó enmudecidos a los habitantes de Orihuela (Alicante) al interpretar este género religioso en una procesión. Las clases de canto de sor Leocadia no habían caído en saco roto. José Ángel Ezcurra, fundador de la revista Triunfo, pronto se interesaría por esta manchega a la que años más tarde se la rebautizaría con el nombre artístico de Sara Montiel, una de las primeras españolas en cruzar el charco y triunfar en el séptimo arte durante la era de oro de Hollywood.

Sin embargo, su verdadera faceta como cantante no empezaría a desarrollarla hasta mediados de los 50 con la película española El último cuplé, a través de la cual revitaliza este género popular, ligero y muchas veces picante que antes habían popularizado artistas como Raquel Meller. A partir de entonces estos temas no se entenderán sin el estilo de la Montiel, que aporta una sensualidad que esquiva la censura.

En esa España que atravesaba el meridiano del siglo XX empezaban a hacerse habituales las melodías de Contigo aprendí, Bésame mucho o Fumando espero, canción con la que logra hacer del fumar -adicción hasta entonces mal vista entre las mujeres- un gesto elegante (algo a lo que aportó su granito de arena Ernest Hemingway, quien le enseñó a fumar habanos). Mención aparte requiere su versión de La Violetera, cuplé que dio título a una película protagonizada por Sara en 1958 y a una marca de anís en Constantina (Sevilla).

En 1975 abandona el cine para subirse a los escenarios, en los que triunfa con musicales como Doña Sara de la Mancha, Saritísima o Satirízate. Años más tarde Pedro Almodóvar rinde homenaje sonoro a su paisana en la película La mala educación (2004). Una de las últimas veces que la Montiel entró en un estudio fue en 2009 para grabar con Alaska el dueto Absolutamente, canción pop con la que demostró que no había género que se le resistiera. Ni olvido que la venciera.

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