Hanif sólo quiere volver a caminar

El autor de 'El buda de los suburbios' quedó tetrapléjico tras una caída en el apartamento de su novia en Roma en diciembre de 2022

El escritor británico Hanif Kureishi (Londres, 1954)
El escritor británico Hanif Kureishi (Londres, 1954) / Marta Pérez / EFE

La ficha

A pedazos. Hanif Kureishi. Traducción de Mauricio Bach. Anagrama, Barcelona, 2025. 256 páginas. 20,90 euros.

Hanif Kureishi es un escritor británico de origen paquistaní, miembro destacado de ese grupo brillante de literatos ingleses que comenzó a despuntar entre finales de los años ochenta y principios de los noventa y que alguien bautizó como Generación Granta. Algunos de sus nombres más conocidos figuraron en las páginas de la prestigiosa revista y coparon las listas de los mejores escritores jóvenes del momento. Kureishi comparte sitio con figuras como Martin Amis, Ian McEwan, Julian Barnes, Salman Rushdie o el premio Nobel Kazuo Ishiguro, mestizo como él y, por tanto, autores que aportaron a las letras británicas la mirada de las culturas asiáticas que se instalaron masivamente en el Reino Unido desde mediados del siglo XX.

La obra más conocida de este escritor criado en Bromley, al sur de Londres, es sin duda su primer libro, El buda de los suburbios, una novela en la que exploraba las tensiones entre las culturas británicas y paquistaní y el racismo de la sociedad inglesa en mitad de la explosión del punk y las nuevas tendencias musicales de los setenta. Antes de su publicación, Kureishi ya era bastante conocido por ser el autor de los guiones de Mi hermosa lavandería y Sammy y Rosie se lo montan, dos películas dirigidas por Stephen Frears, con la primera de las cuales llegó a estar nominado al Oscar. Le siguieron una serie de obras destacadas, como El álbum negro o Intimidad, y otras menores con las que nunca llegó a alcanzar las cotas de éxito de sus primeras creaciones.

Eso sí, el éxito inicial ya le había permitido colocarse en un lugar destacado que le permitiría vivir de la escritura, algo que siempre deseó desde que era un niño y dejó de aspirar a ser jugador de críquet. Y así lo hacía hasta que un mal día de diciembre de 2022 sufrió una caída en el apartamento de su novia en Roma, y se lastimó una vértebra. Sufrió una lesión medular y quedó postrado en una silla de ruedas con una tetraplegia que ha derivado en este libro que hace unos pocos meses llegó a las librerías españolas. Se titula A pedazos y esas dos palabras no pueden ser más evocadoras del estado de ánimo de un escritor que sólo ansía coger un bolígrafo con su mano derecha para hacer un garabato. Y caminar, por supuesto.

A pedazos, publicada en Anagrama, como toda su obra anterior, es una serie de notas dictadas por Kureishi desde las camas de distintos hospitales italianos y británicos en los que trata de recuperarse de su lesión. Generalmente las transcriben algunos de sus hijos o su novia. Y, a pesar del infortunio de la caída, de la desgracia de no poder caminar y de la depresión que supone eso para un hombre que ahora es dependiente para casi todo, Kureishi no renuncia al sentido del humor. En los inicios del libro hay una parte memorable en la que un enfermero italiano lo confunde con Salman Rushdie y le pregunta cuánto tiempo le llevó escribir Hijos de la medianoche. "Si la hubiera escrito yo, ¿no cree que habría optado por una clínica privada?", le espetó Kureishi, genial hasta en la tetraplejia.

Hay mucha metaliteratura en estas novelas de un autor que dice sentirse continuamente como Gregor Samsa, el personaje de la Metamorfosis de Kakfa. O "como una tortuga boca arriba sobre su caparazón, moviendo desesperada las patitas, rogando que le den la vuelta". Y, quizás por la situación en la que se encuentra, no tiene ningún problema en liarse a mamporros con la gran mayoría de los escritores actuales. Cuenta Kureishi que una ex alumna suya nigeriana tenía una novela escrita pero le preocupaba que su texto no fuera políticamente correcto y no pasara los filtros de un agente y de un editor. "Es una tendencia que he notado en otros alumnos y también en editores y editoriales: saber si el trabajo del escritor será acusado de sexismo, racismo, apropiación cultural y demás se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los autores a día de hoy.

¿Qué hubiera sido hoy en día de los escritores que le gustan, aquellos con los que creció, "los salvajes, desquiciados, virulentos, que se lo pasan todo por el forro"? Y cita a Dostoievski, Plath, Rhys, Céline, Burroughs, Miller y Baldwin, y podría añadir a muchos más, entre ellos a su amigo Rushdie, que le escribe a diario y que habría sufrido el año anterior el ataque de un fanático con un cuchillo. "Ser ofensivo, blasfemar, irritar e incluso insultar forma parte del trabajo del escritor", insiste Kureishi, que también le da un pelín de caña a la tendencia actual de la autoficción: "La escritura no debe ser terapia para el escritor, sino disfrute para el lector".

El autor británico pasa buena parte del año en un hospital especializado de Roma, donde quizás se muestra más animado, irónico y sarcástico. Cuando regresa a Londres es cuando parece más apesadumbrado, como si fuera asumiendo con el paso de los meses que no volverá a caminar sin ayuda. En la parte romana, Kureishi se muestra a veces guasón y, cómo no, echa de menos el sexo, que fue uno de los motores de su vida. Tras casi atragantarse con un trozo de pescado, escribe esto: "Después del incidente con el pescado, estoy más familiarizado con la maniobra de Heimlich que con el cunnilingus. Pero sufrir una parálisis no hace que te olvides del sexo. De hecho, es muy probable que pienses aún más en él. Con el tiempo, podría ser capaz de hacer un pequeño cunnilingus, confío en que así sea. Pero en estos momentos soy un hombre desesperado que intenta abrir una bolsa de anacardos con los dientes y la ayuda de una pared para apoyarla". Ánimo, Hanif.

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