Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

Libros

El héroe que no pretendió serlo

  • El periodista Antonio Fuentes Ruiz novela en 'La huella borrada' la historia de Horacio Hermoso Araujo, el último alcalde republicano de Sevilla

Antonio Fuentes Ruiz, fotografiado antes de esta entrevista.

Antonio Fuentes Ruiz, fotografiado antes de esta entrevista. / JUAN CARLOS VÁZQUEZ

El periodista Antonio Fuentes Ruiz (Rota, 1979) llegó a la figura de Horacio Hermoso Araujo, el último alcalde republicano de Sevilla, por casualidad, gracias a un vídeo subido a Youtube en el que el hijo de aquel político, Horacio Hermoso Serra, describía el perfil y el legado de su padre ante los alumnos de un instituto de Gelves. Un detalle emocionaba especialmente en esa grabación: en ella convivían la veteranía y la juventud, el ponente que hablaba ante esos adolescentes era ya un tipo nonagenario. "Si no hubiese sido tan longevo, ese mito que él había construido alrededor de su padre se habría perdido, no se habría contado", observa Fuentes, reportero curtido en los temas sociales que debuta ahora en la novela con La huella borrada (Plaza & Janés). Un libro que su autor presenta este miércoles, a las 19:30, en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus), junto al Defensor del Pueblo Andaluz Jesús Maeztu.

Fuentes reconstruye con la mirada "veraz" del periodismo, y el potencial "divulgativo" que permite la ficción, la semblanza de ese personaje que desconocía, un hombre bueno, vecino del Tiro de Línea, al que le tocó remar en el mar convulso de su tiempo: en su breve mandato –desde febrero de 1936 y hasta septiembre, cuando fue fusilado– lidió con las inundaciones del Guadalquivir, el boicot de las élites de la ciudad a una Semana Santa que no querían que se celebrara con el Frente Popular en el poder, un Ayuntamiento asfixiado por las deudas que arrastraba desde la Exposición Iberoamericana.

En un pasaje de la novela, el cónsul de Bélgica define a Hermoso Araujo como "un contable, un empleado de oficina, un hombre desafortunado al que engatusaron para la política", y nada parece predecir en la biografía de aquel tipo (nacido en Sanlúcar de Barrameda en 1900) la responsabilidad que ostentaría y el trágico final que le esperaba. "Se me puede subir el vino a la cabeza, pero no el poder", dice el personaje, un gestor sin más ambiciones que el servicio a los ciudadanos, en La huella borrada. "Es curioso", reflexiona Fuentes, "porque este libro surge de una investigación de cinco años, pero descubrí la personalidad de Horacio Hermoso realmente mientras escribía la novela, especialmente en la parte de la riada. Ahí se convierte en un héroe porque piensa en los demás antes que en él mismo. Se pasa varias noches sin dormir, repartiendo mantas y colchones en Triana, la parte más dañada por la inundación".

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Ese alcalde que se sabía "en transición, en medio de una jauría de intereses" pudo haber huido, pero no calibró la magnitud de la sublevación. "Él rechazó una propuesta para mudarse a Argentina antes de entrar en el Ayuntamiento, por su trabajo en el Instituto Español", cuenta Fuentes, "y después, ya en julio del 36, le plantean irse a Gibraltar y lo descarta. Ocurría una cosa, y es que todos los golpes de Estado que hubo antes en este país, en el siglo XIX y el siglo XX, nunca estuvieron acompañados de asesinatos. Un ejemplo es Sanjurjo, que en el 32, al ver que su plan no se materializaba, huyó y dejó su fajín tirado en la Plaza de España. Nadie sospechaba la represión tan brutal que traería el golpe del 36, el genocidio que supondría. Se le tiene más miedo, y Horacio no es una excepción, a lo que pueden desatar socialistas y comunistas, el terror rojo, que a lo que pueden desencadenar los militares", prosigue el autor.

"¿Qué tenía que temer? ¿Había causado él mal a alguien? Horacio siempre consideró que las conspiraciones y las intrigas políticas pertenecían a la capital del país, con ecos tenues en las provincias, alejadas en la distancia y más si se trataba del sur peninsular", se lee en La huella borrada. Y sin embargo la novela narra cómo la Plaza Nueva, "la preferida de los sevillanos para sus paseos de media tarde", es el escenario de la primera batalla de la Guerra Civil española en territorio peninsular. "Lo sabe muy poca gente de Sevilla", señala Fuentes al respecto, "aunque hay vestigios de aquello, impactos de bala en el edificio de Telefónica. Debería sorprenderme esa ignorancia, pero me parece representativa de cómo la ciudad ha vivido de espaldas a estos sucesos. Ahora sí se está tratando de recuperar qué hizo esa generación antes del 18 de julio, es una corriente que está iniciándose, el conocimiento de la vida antes de la muerte. Los historiadores se han centrado en analizar los desaparecidos, algo que entiendo porque en Andalucía hay más desaparecidos que en las dictaduras de Chile y Argentina juntas, tan enorme fue la tragedia".

Hermoso sufrió la inundación de Triana o una tensa Semana Santa bajo su mandato

El escritor, que se ha apoyado en la labor de Juan Ortiz Villalba entre otros especialistas, aborda en La huella borrada el empeño de Hermoso Araujo y su equipo por celebrar la Semana Santa, un capítulo tenso que "se ha contado poco. Queipo, que era un monstruo y un mentiroso compulsivo, apuntaba al Palacio Arzobispal cuando le preguntaban por el destino del alcalde. Y es verdad que en el ambiente de la ciudad pesaba que Horacio y cuatro republicanos más hubiesen sacado adelante la Semana Santa ese año, lo que fue un desafío a las élites locales, a los comerciantes y a la Iglesia", expone Fuentes, que retrata como un personaje "complicado" al cardenal Ilundáin. "Es una figura interesante, porque se le ve el deterioro. Por lo que tuvo que hacer, callar, por el papel de la Iglesia, por la Pastoral que firman a principios del 37... Él enferma muy pronto y muere en agosto de ese año. Y se sabe que hubo bulas, que desde la Iglesia se salvó a alguna gente. La gran pregunta de la novela es si Ilundáin decidió el asesinato de Horacio, como sostenía Queipo", prosigue el novelista, que también recoge la hostilidad que sintió por Hermoso Araujo Joaquín Romero Murube, entonces director del Alcázar y "otro hombre poliédrico. Hay quienes lo admiran y quienes cuentan hechos poco edificantes sobre él".

Fuentes reivindica la importancia de apostar por la memoria histórica, "la necesidad de que en una sociedad democrática conozcamos la Historia, y después que cada uno tome partido. A mí me gustaría que vidas como la de este alcalde republicano, del que yo supe gracias a una charla en un instituto, se cuenten a los jóvenes, sería una forma de cerrar el círculo, para que nada se pierda como se pudo perder la historia de Horacio".