Crítica de Danza

El individuo frente a la colectividad

La obra vacía. Mes de Danza. Natalia Jiménez y Jorge Gallardo (Andalucía). Coreografía y dramaturgia: Natalia Jiménez Gallardo y Jorge Gallardo Altamirano. Interpretación: Judith Mata, Natalia Jiménez, Jorge Gallardo y Sergi Gómez. Guitarra y creación musical: Sergi Gómez. Diseño de iluminación y espacio escénico: Joana Serra. Lugar: Teatro de la Maestranza (Sala Manuel García). Fecha: Miércoles 26 de octubre. Aforo: Lleno.

La edición número 23 del Mes de Danza comenzó anoche, anticipando fechas respecto a las anteriores ediciones, con un trabajo cuyo embrión pudo verse el pasado año en esta misma muestra y es ahora cuando llega a su conclusión. Se trata de La obra vacía, una pieza para sala, fruto de la colaboración entre la bailarina Natalia Jiménez y el dramaturgo -también intérprete en esta ocasión- Jorge Gallardo. Un tándem que se formó hace cuatro años con el proyecto Conjugaciones y no ha dejado de dar frutos.

No descubrimos nada si decimos que Natalia Jiménez es una bailarina espléndida, al igual que su compañera Judith Mata. Pero ahora su búsqueda personal en torno a la identidad a través del cuerpo ha dado un paso más hacia lo social, incluso hacia lo colectivo, basándose sobre todo en el mundo del trabajo físico y manual (y frente a él, el ocio y las maneras de llenarlo). Desde dicho ámbito, que explicita mediante algunos elementos como guantes de faena, palas y algunos textos, dichos tanto por Jorge como por la propia bailarina, nacen las secuencias dancísticas, muy concretas al principio, con la precisión de unos cuerpos que conocen bien sus tareas. Luego, cuando unos individuos se unen a otros individuos -y aquí el vestuario funciona de forma eficacísima- surgen la filosofía, el cansancio, el esfuerzo y su consecuencia la propiedad, las reinvindicaciones laborales....

Pero en La obra vacía hay también lugar para una danza más lúdica -como el bonito solo que interpreta Natalia casi de espaldas al público, con un ramo de flores en la mano, sobre la expresiva guitarra de Sergi Gómez-, o más humorística, o incluso surrealista, como todo ese final celestial que deja la obra, además de vacía, completamente abierta para el espectador.

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