José Luis Castro, un hombre de teatro que se nos va

El ex director del Maestranza, que también estuvo al frente del Alameda y el Lope de Vega y que fue uno de los grandes dinamizadores culturales de la ciudad, muere de un infarto en Mallorca.

Muere José Luis Castro, el responsable del Lope de Vega y el Maestranza que extendió el amor por la ópera en Sevilla

José Luis Castro, fotografiado en 2011, cuando el Maestranza repuso su versión de ‘Las bodas de Fígaro’.
José Luis Castro, fotografiado en 2011, cuando el Maestranza repuso su versión de ‘Las bodas de Fígaro’. / José Ángel García

La noche de este jueves, en la isla de Mallorca, cuando aún no había tenido tiempo de disfrutar de una merecidísima semana de vacaciones junto a su esposa Carmela, un infarto acababa con la vida y la carrera de José Luis Castro.

Este viernes por la mañana, la noticia provocó una consternación general, sobre todo en los que, por edad, hemos tenido ocasión de conocerlo y de compartir sus logros en unos años en que se estaba reconstruyendo el mundo cultural de Sevilla, tras la sequía del franquismo y, sobre todo, de disfrutar de su amistad.

En el mundo del teatro era conocido por su trabajo como director de escena y como dinamizador cultural, junto a una serie de nombres, (y algunas mujeres poco visibilizadas) algunos de los cuales, como Chus Cantero o José María Mellado, también nos han abandonado.

Después de formar parte del grupo Mediodía, José Luis fundó y dirigió El Globo, que obtuvo una gran popularidad, gracias sobre todo a su montaje Fantasía para un juguete roto, (1981) que alcanzó la cifra estratosférica de las mil funciones. Su éxito lo llevó a dirigir por encargo otros trabajos, como La doncella, el marinero y el estudiante, una de las piezas que compusieron los 5 Lorcas 5 con que el Centro Dramático Nacional inauguraba su temporada en 1986.

Sin embargo, su destino cambió cuando, en 1988, el Teatro Lope de Vega, que llevaba desde 1985 en restauración, abría por fin sus puertas a la ciudad. Para dirigirlo, el Ayuntamiento había elegido a un hombre, sevillano y de la profesión: José Luis Castro Blandón (1952).

Castro logró colocar al Maestranza entre los grandes coliseos europeos

Fue en su sobrio despacho del Lope donde tuve ocasión de conocerlo personalmente. Yo escribía un artículo sobre la reapertura del teatro para la desaparecida revista El Público (nº 55, abril de 1988) y él me recibió con la cercanía y la amabilidad que lo caracterizaron siempre. Con su ilusión, sus ganas y su inteligencia puso en marcha el teatro con una programación ecléctica (en Sevilla en aquel momento solo quedaba el Imperial, un teatro privado) que comenzó en febrero con un concierto de la Filarmónica de Londres (para la que hubo que ampliar el escenario), un concierto de jazz y el espectáculo flamenco Concierto de las cuatro estaciones, dirigido por José Luis Ortiz Nuevo. El día 25 se presentaba la primera obra dramática: ¡Ay Carmela! con José Luis Gómez y Verónica Forqué. La programación completa hasta la Expo 92 la pueden encontrar en la impagable obra de Julio Martínez Velasco, El teatro Lope de Vega. Sus primeros setenta años.

Un año más tarde se inauguraba otro teatro municipal que también quedó bajo su dirección: el Teatro Alameda. Hoy dedicado al teatro infantil y juvenil, su apertura estuvo a cargo de Salvador Tavora y La Cuadra con Las Bacantes. Un verdadero hito en la historia del teatro sevillano, con una extraordinaria Manuela Vargas como invitada.

Luego llegó la famosa Expo 92, con una programación teatral de auténtico lujo. Ingmar Bergman y Strehler son solo dos de los maestros cuyas obras se pudieron ver en su escenario.

También dirigió José Luis algunos eventos de la Expo, como la gala lírica de inauguración que tuvo lugar en el novísimo teatro de la Maestranza y, en 1993, llevó a escena El cerdo, basada en la novela de Raymond Cousse Estrategia para dos jamones. Su intérprete, Juan Echanove, no daba crédito a la noticia de su muerte y recordaba, en la radio, que, “además de ser una excelente persona, tenía un gran sentido del humor, una sensibilidad, una agudeza y un talento extraordinarios”.

Todo ello hizo que, cuando el Maestranza volvió a abrir sus puertas en 1994, José Luis fuera nombrado director, cargo que ocupó hasta 2004, cuando la Ross entró también en el teatro y Pedro Halffter asumió su dirección artística.

Diez años en los que Castro se sumergió en el mundo de la lírica y logró colocar al Maestranza entre los grandes coliseos europeos, recibiendo entre otros, célebres montajes de Luca Ronconi o Franco Zeffirelli y a un panel de cantantes en los que, entre los grandes nombres internacionales, hubo sitio siempre para las figuras españolas que empezaban a despuntar. Hombre de teatro al fin, también en algunas ocasiones abordó la dirección de escena de óperas tan significativas como El barbero de Sevilla de Rossini (con la dirección musical del Mº Alberto Zedda) en abril de 1997, o Alahor in Granata de Donizetti (octubre de 1998) e incluso de espectáculos de flamenco, como Tierra adentro, de Cristina Hoyos (2002).

Echanove, que trabajó con él en ‘El cerdo’, recuerda su gran humor, su agudeza y su talento

Y es que ni la absorbente tarea de poner en marcha tres teatros, ni sus infartos anteriores, ni la terrible e irreparable pérdida de su única hija, lograron borrar de su ADN su amor por la escena. Por ello, tras su salida del Maestranza, comenzó una carrera como free lance, dirigiendo espectáculos teatrales y de ópera en distintos teatros, desde el Villamarta de Jerez (Macbeth de Verdi) hasta un teatro de Dubai, a cuyo regreso tuvimos oportunidad de charlar por última vez con él, con el mismo afecto y la misma cordialidad que siempre había demostrado, tanto en sus relaciones con los artistas como con la prensa cultural, hasta el punto de ser conocido entre los periodistas más allegados como “el caro Castro”.

Consternado deja a todo el equipo que lo acompañó durante años, entre otros muchos a Antonio Andrés Lapeña, a Antonio Moreno, jefe técnico de El Globo, el Lope de Vega y el Maestranza, o a Rocío Castro, su mano derecha, destinada por apellido –sin tener ningún lazo familiar con él– a acompañarlo desde el Alameda al Lope y del Lope y de este al Maestranza, donde aún desempeña una inestimable labor. Desolada hoy, porque “él fue mi mentor y me lo enseñó todo de esta profesión en la que yo no sería nada si no lo hubiera encontrado”.

Esperemos que, una vez superados los trámites burocráticos, su cuerpo pueda regresar a su ciudad para que todos podamos darle un cariñoso y último adiós.

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