URGENTE Pedro Sánchez se retira de la vida pública hasta el 29 de abril para pensar si seguirá de presidente del Gobierno

MANUEL LIÑÁN I BAILAOR Y COREÓGRAFO

“Lo primero que aprendí en la infancia fue a mentir”

  • El bailaor granadino Manuel Liñán reflexiona sobre el éxito de ‘¡Viva!’, su último espectáculo de flamenco 'queer' que está arrasando esta temporada y que llega a Sevilla el próximo 15 y 16 de octubre

Un momento del espectáculo a su paso por el Auditorio Baluarte de Pamplona.

Un momento del espectáculo a su paso por el Auditorio Baluarte de Pamplona. / Flamenco On Fire (Pamplona)

Premio Nacional de Danza en 2017, Manuel Liñán es uno de esos bailaores que ha ido cuajando su carrera con esfuerzo, constancia, empeño y valentía. Creativo, inquieto e inconformista, el granadino lleva años tratando de buscar un camino propio tanto con su compañía como en sus trabajos con Olga Pericet, Marco Flores y Daniel Doña.

En este tiempo, ha soportado insultos por “elecciones que no tendría que cuestionar nadie nunca”, como la de vestirse con bata de cola. Y, aún más difícil, ha tenido que enfrentarse a sus miedos y aprender a aceptarse como es. Un proceso, por otro lado, liberador que le ha llevado hasta ¡Viva!, su recompensa “a años de dudas y de un sufrimiento innecesario”, cuenta a este diario a su paso por el Festival Flamenco On Fire, donde ha puesto al público navarro en pie.  

La propuesta, una reivindicación del flamenco queer que ha recibido el Premio Max del Público y el Premio de la Crítica en el Festival de Jerez entre otros reconocimientos, llegará al Teatro Lope de Vega de Sevilla los próximos 15 y 16 de octubre y el 21 al Teatro Cervantes de Málaga tras una intensa gira con la que está arrasando esta temporada.

- ¿Cómo se gestiona un éxito como el de ‘¡Viva!’?

-A veces prefiero no ser muy consciente. Me siento afortunado de que el espectáculo haya tenido salida y podamos trabajar, sobre todo, en los momentos que estamos. Es una suerte y un éxito, pero procuro no pensarlo.

- Cuando se lo planteó, ¿tuvo la sensación de que estaba haciendo algo importante?

-Qué va, no esperaba esta acogida para nada, ha sido una sorpresa. Es una propuesta que hice desde la honestidad, porque quería recuperar esa parte de mi infancia. Es más, eso es algo que nunca me planteo durante la creación porque no sería sincero con lo que cuento. En ese sentido, intento tener el eco de la creación inocente. Si quiero algo lo hago y ya veremos dónde va.  

- Desde su estreno en Jerez todo han sido éxitos, ¿qué ha aprendido en este tiempo?

-Es raro, lo que me hace feliz es que esto haya podido aportar un granito de normalidad en este mundo tan diverso. Eso me alegra mucho, pero me da miedo toda la vorágine que arrastra, como haber salido en el New York Times o la campaña de Nike... Es muy difícil de asimilar que de un día para otro pasen tantas cosas. Como decía, intento mantenerme al margen. Eso sí, sigo cuidando el espectáculo para que mantenga la frescura del por qué y el cómo se creó.

- ¡Viva! además es una obra coral en la que todos van a una, ¿cómo está siendo esa experiencia?

-Es fantástico. Disfruto tanto durante el espectáculo con ellos que a veces me veo en las fotos mirándolos con cara de niña chica (Risas). Lo increíble es que es algo que sigue pasando, hay una energía tan mágica que se contagia. Luego, debajo del escenario hemos evolucionado muchísimo en el aspecto de identificarnos como somos, de no tener tantos miedos. Alberto Velasco nos ayudó mucho en la parte creativa a tratar todo con normalidad. Ahora con perspectiva me doy cuenta de lo grande que me parecía este cambio, el miedo que me daba y la tontería que era.

- ¿Cree que es esa energía la que engancha al público y hace que incluso repitan?

-Totalmente, es muy fuerte porque a Cádiz vinieron hasta autobuses y hay gente que ha venido a vernos hasta cuatro veces. Ahora cuando hemos estado las nueve noches seguidas en Granada en el Generalife lo hablábamos, que no sabíamos con cuál quedarnos. Disfrutamos cada noche. Pasa una cosa muy curiosa, cito a los bailarines a una hora y llegan antes. Tenemos necesidad de estar así, unidos, viviendo este travestismo felices y con naturalidad.

"En el espectáculo hay una energía tan mágica entre todos que se contagia. Nos ha ayudado a quitarnos miedo y a mostrarnos como somos y esa sensación se transmite al público"

-La obra se plantea como un grito de libertad, ¿necesitaba el flamenco esa reivindicación?

-Supongo que el flamenco y la sociedad en general. Nosotros nos seguimos encontrando algún cubito de agua fría. En redes sociales, por ejemplo, hemos tenido bastantes ataques homófobos. Con la campaña de Nike nos dijeron de todo. Sé que se suele recomendar pasar de este tipo de comentarios, pero es que hay un momento en el que ya no quiero pasar. Me afecta, no artística, sino personalmente. Muchas veces te preguntas, madre mía, cómo se cambia esto...

-Aun así, estamos en un momento en el que cada vez más bailaores cuestionan los roles clásicos, ¿viviremos una nueva etapa de un baile flamenco no binario?

-Creo que sí. Conozco gente muy joven que empieza a bailar y se ponen sus batas de colas y se maquillan sin problema. Además, hay conflictos sobre lo que tiene que ser femenino o masculino. Al final, lo importante es al menos cuestionarse lo establecido porque te obliga a mirar atrás y revisar tu propio aprendizaje.

-Y ¿adónde le lleva a usted esta ruptura?

-Romper los roles trae algo mucho más variado. A partir de ahora puedo empezar en otra estética más abierta, más ambigua, incluso en otro tipo de movimiento. Podré viajar a otro sitio porque hasta ahora tenía una espina. Para mí es una puerta abierta a un mundo a explorar. Siento que me he quitado de encima un montón de prejuicios y me he reafirmado en lo que soy, en lo que pienso y en lo que quiero.

"Siento que me he quitado una espina me he reafirmado en lo que soy, en lo que pienso y en lo que quiero. A partir de ahora puedo viajar a otro lugar, indagar en otra estética más ambigua, más abierta"

-Entiendo que detrás de esa espina hay dolor...

-Hombre, a veces pienso en el poder que tiene la tradición y cómo te marca toda esa responsabilidad. Cuando era niño, yo ya quería bailar y ponerme la bata de cola, hasta que te hieren y reniegas de cómo eres. Me di cuenta de que no podía comportarme con libertad y decidí cambiar. Empecé a bailar como la sociedad quería porque tu miedo es no defraudar, tu finalidad es la aceptación. Así terminas siendo un producto, un modelo social, y ahí es cuando te llegan los mensajes de sigue así, no nos defraudes. Es muy difícil salir de eso.

-En el nuevo espectáculo ahonda en ese peso de la tradición de la que hablaba antes, ¿qué cuenta Pie de hierro?

-Es el apellido de mi padre y tiene que ver con el peso de la tradición familiar, pero también es extrapolable a lo artístico. Va de la inconformidad de no tener que repetir patrones que pesan tanto.

- Al final, en la infancia está todo...

-Mi infancia está curada, pero me doy cuenta de que me ha marcado mucho. Sobre todo, porque lo primero que me enseñó es a mentir. A no ser yo mismo sino algo que la gente esperaba y eso me supuso un trauma fuerte. Por eso, la mayoría de mis obras se sitúan ahí.

- A pesar de esa lucha y esas contradicciones, ¿qué le atrapa del flamenco?

-Quizás, lo conflictivo. Efectivamente, tengo una relación de amor/odio con el flamenco, pero ese conflicto continuo me hace sentir vivo, me pone (Risas).

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios