Francisco Ramos. Ensayista musical

"La música del siglo XX exige una mirada interior"

  • El especialista sevillano acaba de publicar con la editorial Turner una guía sonora de referencia para disfrutar con la creación contemporánea.

Francisco Ramos lleva desde mediados de los años 70 dedicado a la difusión de la creación musical contemporánea. Tanto en radio (La Voz del Guadalquivir, Radio 2 de RNE…) como en diversas publicaciones periódicas, cursos o conferencias su voz ha sido desde entonces una de las más autorizadas de España en la materia.

-¿Es La música del siglo XX (Turner) una reelaboración del libro que hizo para la Diputación de Sevilla en los 90?

-Nació así, hace ya diez años, cuando en 2002 José Antonio Chacón, entonces director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), me pidió una reedición ampliada de aquella Guía que yo había escrito para la Diputación, pero luego a él lo cesaron y la idea fue dando vueltas hasta que finalmente la editorial Turner la acogió el año pasado con entusiasmo. Para entonces el libro había evolucionado a otra cosa diferente, aunque la estructura es similar.

-¿Cómo organiza un material tan vasto y complejo?

-Agrupo a los compositores en dos tendencias principales: los que siguen la tradición y la vanguardia. Los capítulos 4, 5 y 11 de mi libro siguen a los primeros (neoclasicismo, nacionalismo y lo que he llamado La nueva sinfonía); y los restantes se dedican a la tendencia progresista. A partir de ahí, está organizado con un esquema canónico: impresionismo, expresionismo, neoclasicismo, nacionalismo, vanguardia de Darmstadt, y después la división entre las vanguardias más radicales y los nuevos neoclásicos, los músicos que conservan aún la tradición. La gran novedad es el capítulo 9, que se titula El sonido grabado y dedico a la música electroacústica, la música concreta y la variante que se da en el arte radiofónico y la poesía sonora.

-¿Qué aporta su obra en la bibliografía existente sobre la música del siglo XX?

-Un libro escrito en el siglo XXI no puede eludir la electrónica. La mayor parte de los libros de historia existentes están basados en las partituras, y la novedad de mi libro es que se basa en la escucha, en el sonido, y eso se nota especialmente en la electrónica, que sólo puedes comentar a partir de la propia escucha. Los manuales tópicos desechan el legado electrónico porque no pueden usar los parámetros clásicos del análisis de partituras. Los que escriben estos libros no escuchan en realidad la música, se basan en lo que otros han dicho y en sus propios análisis de las partituras. Yo también me apoyo en lo ya dicho antes, por supuesto, pero mucho más en la escucha. En este sentido, creo que el aporte electrónico a la música actual es importante y quiero colocarlo al mismo nivel de la música instrumental. Me parece que era necesario no sólo hablar de la historia de la música concreta, la electroacústica, los clásicos, sino citar a los más radicales. Para ello, uno se tiene que basar en la escucha. Ese creo que es el gran aporte de mi obra.

-En el libro aparecen citados 259 compositores, pero los más jóvenes andan ya por encima de los 40 años.

-Sí, de hecho hay un solo compositor nacido en la década de los 70 (Bosetti), y es que a mí me interesa la valoración de la obra musical, y no me fío en que obras de compositores tan jóvenes vayan a mantener su valor en un futuro cercano.

-¿Por qué produce ese rechazo la sola mención de "música contemporánea"?

-El gran problema del poco interés viene de antiguo y tiene su base en el formato y el sonido. El formato lo implanta Schoenberg en Pierrot lunaire [voz y septeto instrumental], cuya plantilla reducida es base de buena parte de la música progresista. La música se crea para ensembles, que no tienen cabida en grandes auditorios. Anton Webern reduce no sólo la plantilla, sino también la duración. El sonido empieza a valer por sí mismo, lo que implica una escucha más activa y profunda: esa es la gran revolución del siglo XX. La música clásica está pendiente de otros parámetros: estructura, emotividad…; pero en el siglo XX, los elementos son diferentes y el oyente se queda sin referencias. En el Clasicismo, la escucha es expansiva, mientras que en la música del siglo XX se hace meditativa, exige una mirada interior. La música de vanguardia no sólo investiga en el lenguaje, sino en el sonido y la escucha. Si los programadores y el negocio musical se hubieran decantado por crear auditorios multifuncionales como se crean filmotecas, donde hoy pudieras escuchar a un coro cantando Palestrina, mañana a un grupo de contemporánea y pasado a una orquesta convencional, la visión de la gente sería mucho más amplia. Con el sacrosanto lugar dedicado a la orquesta se ha cerrado el paso a muchas cosas. En el caso concreto de Sevilla hemos fracasado en el intento de llegar al oyente por varias razones. La Sinfónica se ha atrincherado en el Maestranza y los ciclos de contemporánea no han atraído al público. Lo que queda de música contemporánea en la ciudad es un despojo, por más que haya una herencia extraordinaria: Taller Sonoro y Zahir Ensemble, que son dos conjuntos formidables, de los mejores de España.

-¿Es su libro un manual para introducirse en la escucha de la música contemporánea?

-Creo que sí, porque concibo la música del siglo XX a partir de la escucha. Desde Debussy se indica al lector que las obras se pueden escuchar con delectación y gusto, que la música contemporánea no tiene por qué ser compleja. La persona sin formación musical, pero con ganas e interés entra fácil, porque no tiene prejuicios. El acostumbrado a determinada música de nuestro tiempo (jazz, rock progresivo) creo que lo tiene fácil también. El educado en la música orquestal, de repertorio, tiene que olvidarse de la idea de que hay una sola vía para la música, olvidarse del canon, pensar en que hay otras posibilidades de creación. Con interés y curiosidad, y teniendo en cuenta la accesibilidad que permite hoy día el mundo fonográfico, en este libro puede engancharse obra tras obra porque le puede transmitir cosas distintas y querrá investigar, escuchar cosas nuevas. ¿Por qué en cine estamos siempre pendientes de la última película y el último director y en música andamos aún anclados en el repertorio?

-¿Hacia dónde va la música?

-No lo sé.

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