La obra maestra de Chaplin vuelve a los cines
LA QUIMERA DEL ORO | CRÍTICA
La ficha
***** 'La quimera del oro'. Comedia dramática. Estados Unidos. 1925. 95 min.Dirección y guion: Charles Chaplin. Fotografía: Roland Totheroh, Jack Wilson. Música: Max Terr (Película muda). Intérpretes: Charles Chaplin, Mark Swain, Georgia Hale, Tom Murray, Malcom Waite.
Una crítica de una película que ha cumplido cien años está justificada porque se trata del estreno de la recuperación de la versión de 1925 tras un complejo trabajo de restauración. En 1942 Chaplin remontó La quimera del oro alterando el original, añadiendo efectos sonoros, una voz que le permitiera eliminar los intertítulos y una música compuesta por él. Se anticipó a los llamados montajes del director que unas veces mejoran las películas (caso de Pat Garret y Billy the Kid) y otras las empeoran (caso de Apocalypse Now). Fue una operación comercial. No debe ser casual que Chaplin, enemigo acérrimo del sonoro, al que no se rindió parcialmente hasta 1935 (la palabras inarticuladas o la canción La titina en lenguaje inventado de Tiempos modernos) y totalmente hasta 1940 con El gran dictador, hiciera este remontaje sonorizado dos años después y posteriormente sonorizara con música compuesta por él gran parte de su obra muda. Excelente compositor aficionado, tocaba en su violín los temas que otros compositores, entre ellos los grandes Alfred Newman o David Kaskin, escribían y orquestaban siguiendo sus instrucciones. Sus composiciones y su uso cómico y sentimental influyó en compositores tan distintos como Carl Stalling en sus trabajos para la animación de la Warner o Nino Rota en sus composiciones para Fellini. La restauración de La quimera de oro ha respetado su partitura adaptándola con inteligencia y sensibilidad por Timothy Brockal frente de la Orquesta Città Aperta, y eliminando la voz off y los efectos de sonido.
Esta obra maestra, una de las preferidas por Chaplin, puede verse en las salas de cine tal como fue entrenada en junio de 1925 gracias a los trabajos de Kevin Brownlow y David Gill, los materiales conservados por los herederos de Chaplin más los cedidos por filmotecas y museos que permitieron su restauración por el laboratorio L’Immagine Ritrovata y la Fondazione Cineteca di Bologna.
En 1925 Chaplin tenía 36 años. Tras una infancia dramáticamente dickensiana -miseria extrema, padre alcohólico, madre recluida en un manicomio, ingreso en una institución de caridad infantil, actuando en el music-hall desde los ocho años- solo en un año de su llegada a Hollywood en 1913 para trabajar en la Keystone de Mack Sennet se convirtió en una estrella imitada en todo el país y pronto en todo el mundo al pasar a la Essanay, sobre todo con The Tramp y The Bank. En 1916 la Mutual le ofreció el salario más alto de Hollywood, el control total sobre sus películas y su propio estudio. En 1917 firmó con la First National la producción de ocho películas por un millón de dólares y se construyó sus propios estudios en los que entre 1918 y 1921 rodó Vida de perro, Armas al hombro o El chico. Mientras tanto, en 1919 se convirtió en productor al asociarse a Douglas Fairbanks, Mary Pickford y Griffith para crear United Artist. Al término del contrato con First National comenzó a rodar sus primeros largometrajes para su United Artist.
Primero Una mujer de París en 1923, su única (excelente e innovadora) película dramática y la única -salvo la tardía La condesa de Hong Kong con la que despidió con encanto, pero sin gloria, del cine en 1967- en la que no actúa. Fue mal acogida y Chaplin armó el siguiente proyecto para resarcirse: tenía que ser un éxito de taquilla además de una obra de arte que superara a todas sus películas. La preparó meticulosamente a partir de la impresión que le causaron unas fotografías de la fiebre del oro en el Klondike que Pickford y Fairbanks le mostraron. Investigó sobre ese tema y otras expediciones trágicas, sobre todo la de Donner, dramáticamente aislada durante el invierno de 1846 a 1847 en las montañas entre Wyoming y California viéndose obligados al canibalismo para sobrevivir. Reunió un equipo de 500 personas para las complicadas escenografías, contrató al gran director y especialista en efectos especiales Norman O. Dawn, creador y perfeccionador de las tomas de vidrio que hacían más realistas los efectos de doble exposición, rodó una única y costosa escena en exteriores montañosos nevados con 600 extras, tan cara y dificultosa que tras ello se recluyó en su estudio trabajando durante 15 meses en el que fue el rodaje más largo y caro -un millón de dólares- de Hollywood.
Y si en el estudio la tensión era grande por su famoso perfeccionismo y lo mucho que arriesgaba, fuera de él tampoco faltaban tensiones. Durante el rodaje vivió su relación con Lita Grey, la intérprete femenina entonces con 16 años, que al quedarse embarazada le obligó a casarse para evitar el escándalo y no ser acusado de relaciones con menores, a la vez que a cambiar de actriz con la película ya rodándose, escogiendo a Georgia Hale, con la que también se lió (la vida íntima de Chaplin fue tormentosa hasta que en 1943, ella con 18 años y él con 54, Oona O’Neill, hija del famoso dramaturgo, lo metió en cintura: un matrimonio feliz con ocho hijos hasta el fallecimiento de Chaplin en 1977).
Desde su estreno La quimera del oro fue un inmenso éxito de taquilla -cinco millones de dólares solo en Estados Unidos en su primera temporada- y un igualmente inmenso éxito de crítica que unánimemente la reconoció como una obra maestra. Además de la película favorita del propio Chaplin. Ahora vuelve a los cines para celebrar su centenario, extraordinariamente restaurada tal y como fue estrenada en junio de 1925. Si pueden, no se la pierdan en pantalla grande. Y si no pueden, no dejen de verla en Movistar Plus. Es una de las más grandes películas de la historia del cine, sin un minuto que no sea ingenioso, divertido, espectacular o tierno, además de estética y técnicamente deslumbrante.
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