Resurrección de la alegría
Vertebrado | Crítica
La ficha
***** 'Vertebrado'. Andalucía Flamenco. Juan Tomás de la Molía. Baile: Juan Tomás de la Molía. Cante: Manuel de la Niña, José el Pechuguita. Guitarra: Jesús Rodríguez. Lugar: Teatro Central. Fecha: Jueves, 27 de noviembre. Aforo: Tres cuartos de entrada.
Juan Tomás de la Molía ha conseguido crear una obra totalmente novedosa. Y además con el reto de llevarlo a cabo utilizando un único estilo del flamenco, la bulería. Sin recurrir, además, a todas las variedades del mismo. Lo que más me gusta es esa falta de complejos. De no tener que mirar hacia otro lado para crear algo nuevo. Confiar en el propio criterio, en el impulso propio. Tantos creen estar innovando, y así lo hacen creer a otros, cuando en realidad son una mala copia de lo que sucede en otro lugar. En otro tiempo. Juan Tomás de la Molía no presenta en esta obra ningún complejo por ser flamenco. Ni busca un pretexto intelectual, argumental, dramatúrgico, musical o coreográfico que no sea el cante, el toque, el baile flamenco. Los cuatro intérpretes rayan a un nivel muy alto. Quizá habría que darle una vuelta a la parte dialogada, precisamente. Porque la naturalidad en la calle, en la casa, en el bar, no es la misma que la naturalidad en escena. La naturalidad en escena es lo que muestra Juan Tomás de la Molía sin necesidad de hablar. La frescura, la confianza en sí mismo, en su instinto. Y, por supuesto, un despliegue de recursos fabuloso. No solo coreográficos. También canta y toca la guitarra en esta obra. Vertebrado es una obra luminosa, feliz, lúdica, exuberante, precisa, deslumbrante, vigorosa, sutil, inocente, imaginativa, lozana y, para colmo de bienes, apta para todos los públicos, accesible, directa. Apela a una única emoción que compartimos todos los humanos, en todas las latitudes: la risa, la sonrisa, la felicidad, la plenitud de la pura expresión corporal. El dejarse llevar por los sentidos. Singularmente, el oído, del que Juan Tomás de la Molía hace un despliegue asombroso. Gustándose y gustando. Rotundo y sutil fue, asimismo, el toque de Jesús Rodríguez y complementarios los dos cantaores, De la Niña más íntimo y sentimental, y El Pechugita más explosivo y visceral, como comprobamos en uno de los pasajes más divertidos de la propuesta. Aunque es difícil destacar un pasaje por encima de los demás, ya que toda la obra es una descarga de energía, de adrenalina. Se trataba, tan solo, de sentarse en el patio de butacas y dejar que la columna vertebral hiciera su trabajo. Pura emoción. Pura alegría.
Vertebrado muestra que hay otro flamenco posible, fuera de los caminos trillados, sin tener que, a estas alturas de la historia, descubrir las Américas. Que el flamenco es infinito. Y eso es una gran alegría. Y también muestra que la promesa que era Juan Tomás de la Molía cuando lo premiamos en el concurso de la Federación de Peñas, es hoy una espléndida realidad. Y eso es otra alegría. Y, ya mismo, primera figura de este arte.
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