Fiesta caribeña junto al Guadalquivir
ROSS. Gran Sinfónico 7 | Crítica

La ficha
REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA
****
Temporada 24-25. Gran Sinfónico 7. Solistas: Pacho Flores, trompeta; Leo Rondón, cuatro. ROSS. Director: Manuel Hernández Silva.
Programa
Silvestre Revueltas (1899-1940): Suite de Redes [1935; arreglo de Erich Kleiber]
Paquito D'Rivera (1948): Concerto venezolano para trompeta y orquesta [2019]
Inocente Carreño (1919-2016): Margariteña, Glosa sinfónica [1954]
Pacho Flores (1981): Cantos y revueltas, fantasía concertante para trompeta, cuatro venezolano y orquesta sinfónica [2018]
Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 6 de marzo. Aforo: Un 40% aproximadamente.
Si en septiembre me hubieran preguntado qué programas de la ROSS pensaba yo que iban a congregar más público a lo largo del curso, el Gran Sinfónico 7 habría estado sin duda entre mis elegidos. Llegaba uno de los solistas más espectaculares del concierto internacional, el trompetista hispanovenezolano (nacido en Venezuela, pero español por matrimonio y por su residencia valenciana) Pacho Flores, bien conocido por sus discos registrados en una gran multinacional, y lo hacía además para ofrecer una música alegre, vistosa, divertida, llena de la vida de los ritmos caribeños, con una de las obras además premiadas en los Grammy latinos celebrados en la propia Sevilla en 2023. Yo pensaba que eso sería suficiente para que la voz se corriera y pudiera atraer a un público generalista; que los miembros de las infinitas bandas sevillanas no podían perderse algo así lo daba por seguro (imaginen que viene a la ciudad, no sé, Lebron James, a dar una exhibición y los basquetbolistas le hacen el vacío, algo así). Y me habría equivocado... La entrada más floja de lo que va de temporada. Jugaba el Betis, sí, y llovía de forma inapreciable, sí, y no sé qué más se puede alegar para seguir engañándonos.
El concierto empezó con una suite que el gran director alemán Erich Kleiber hizo de Redes, la banda sonora que el mexicano Silvestre Revueltas escribió para un mediometraje de 1935 de igual título en la que el compositor mostraba su extraordinaria afinidad con el mundo del futurismo europeo de los años 20, en su rama constructivista rusa, que cruza con rastros del folclore de su país. Una música extraordinaria que Manuel Hernández Silva –también hispanovenezolano, bien conocido en Andalucía por sus titularidades en Córdoba y Málaga–, dirigió favoreciendo el fluido dinámico de algo que parece absolutamente imparable.
Quizá fuera una metáfora de lo que estaba por llegar, porque entonces salió Pacho Flores para mostrarse como una fuerza incontenible de la naturaleza. Tocó el Concerto venezolano que el cubano Paquito D'Rivera escribió para él (fue la obra premiada en los Grammy de 2023, como parte de su último CD, Estirpe) con hasta cinco instrumentos (si no conté mal), dos trompetas, dos cornetas y un fliscorno, instrumentos de cuatro pistones fabricados en Valencia por Stomvi de una redondez sonora deslumbrante, brillantísimos todos, aunque el fliscorno empleado añadía un registro grave de una dulzura casi inimaginable en instrumentos de esa naturaleza. Flores mostró una facilidad para la articulación realmente prodigiosa, y lo hizo todo con una naturalidad desarmante. Es más, en la dificilísima cadencia se permitió el lujo de meter una morcilla, con la nana de Brahms, mientras contaba al público que el maestro Hernández Silva había sido abuelo. El buen humor se quedó ya en el teatro hasta el final.
En la segunda parte, se empezó con Margariteña, una obra de naturaleza neoclásica de Inocente Carreño, que parece llevar también encima la herencia de la música de cine. Como al principio, Hernández Silva dirigió la obra potenciando su sentido vitalista y rítmico, lo que se caía de suyo en la obra que cerraba el concierto, los Cantos y revueltas del propio Flores, una fantasía, en la que Leo Rondón, el cuatrista que había participado ya del concierto de D'Rivera, ganó más protagonismo en una cadencia virtuosística, delirante, con Hernández Silva acompañándolo de forma impecable con las maracas. Aquello acabó convertido en un trío, con los profesores de la ROSS como espectadores de cercanía de lujo. Un trío que se alargó hasta un par de propinas de música venezolana en la que participó también Lucian Ciorata, el solista de contrabajo de la orquesta, y que en la segunda de ellas (un vals lento que Flores tocó de manera delicadísima) venía con sorpresa: resulta que Leo Rondón también toca admirablemente el contrabajo y que Hernández Silva podría dar conciertos de cuatro si quisiera. La sesión sinfónica más divertida del año.
También te puede interesar
Lo último