LIBROS

“El término terapéutico me repele cuando hablamos de literatura”

  • La escritora vasca Eider Rodríguez lanza su primera novela autobiográfica 'Material de construcción' (Random House) en la que se desnuda para abordar el alcoholismo de su padre en una historia que baila entre la vergüenza y el silencio

  • Entrevista a Julia Navarro

La escritora Eider Rodríguez presenta su libro 'Material de construcción' en Sevilla.

La escritora Eider Rodríguez presenta su libro 'Material de construcción' en Sevilla. / José Ángel García

No debe ser fácil escribir una autobiografía y repasar todos los episodios vitales, desde los más emotivos hasta los más dramáticos, para reconstruir el rompecabezas que conforma una identidad. La escritora vasca Eider Rodríguez (Rentería, 1977) realiza este ejercicio en Material de construcción (Random House) y se desnuda completamente para abordar una de las cuestiones más duras de su vida: el alcoholismo de su padre y su relación con él. Una realidad por la que llegó a sentir vergüenza y, sin pretenderlo, ha conseguido sanar de un modo u otro a través de la literatura. Aunque se considera cuentista, Rodríguez baila entre la honestidad más dura y el silencio en su primera novela de no-ficción, ambientada en su localidad entre los 80 y los 90, con los estragos de la droga entre la juventud de la época y la sombra de ETA como telón de fondo. Aunque no le gusta tratar a los libros como herramientas terapéuticas, su ópera prima de gran extensión le ha abierto las puertas a la reconciliación con sus orígenes, su familia y sus raíces. 

-Material de construcción es su primera novela. ¿Cómo ha sido el paso de un género que dominaba, el relato, a otro?

-Curiosamente ha sido fácil. Me considero y me reivindico como cuentista, soy muy quisquillosa y lenta redactando cuentos, suelo realizar una escaleta, biblia de personajes, primero escribo a mano y luego lo paso al ordenador. Pero en esta novela he trabajado de manera diferente, tomé muchas decisiones antes de comenzar y a nivel de estructura no hubo ningún plan. Fue una escritura muy visceral. Lo cierto es que salió fácilmente y uso este verbo, porque la sensación que tuve es que la historia estaba saliendo de algún lugar en el que estaba metida. Tiré de una palabra y el resto salieron encadenadas.

-La historia tiene grandes tintes autobiográficos. ¿Se puede definir estrictamente como una novela?

-La hemos etiquetado como novela de no-ficción. Es novela, porque es un artificio. No hablo de personas, sino de personajes. Hay una distancia entre lo autobiográfico y lo literario que a veces es difícil de delimitar, porque se suele oponer la ficción a la realidad. En este caso, la novela funciona de cremallera, porque siempre que escribes algo que ha sucedido te alejas y haces un artificio, aunque simule de una forma muy real la realidad. 

-¿Cómo ha conseguido caminar entre la desnudez, la honestidad y el silencio para abordar ciertos temas?

-A través de una novela se puede hacer esto. Es el punto intermedio entre la honestidad, el dolor, pero también el silencio. Por eso no he hecho un libro testimonial o una autobiografía. Al final este género te otorga cierta distancia por diferentes decisiones que vas tomando al escribir. Por ejemplo, este libro lo escribí originalmente en euskera y eso ya interpuso bastante distancia entre la realidad y cómo está contada, porque los personajes en la vida real no hablaban euskera ni lo entendían. El mero hecho de haber vertido esta historia a un idioma que no era el real marca esa distancia.

-Uno de los temas principales del libro es el alcoholismo y es curioso que, en la literatura, no se haya abordado tanto esta enfermedad si se compara con otras. ¿Buscó referencias o vomitó todos sus pensamientos directamente?

-Esa es la palabra: vomité. Si que leí sobre algún libro sobre el alcoholismo como Lagunas de Sarah Hepola, pero no me documenté. Me gusta mucho documentarme sobre los temas que voy a tratar cuando escribo relatos, pero sobre esto sabía unas cuantas cosas y tenía una visión particular del tema.

-¿Más intimista?

-Sí, más intimista. Investigué sobre los efectos que causaba el etanol en la sangre, pero no lo he utilizado.

-¿Que sintió al abordar este tema, teniendo en cuenta que su padre padecía esta enfermedad?

-Antes de ponerme a escribir sentí vergüenza. Pero una vez decidí llamar a los personajes por su nombre, fue muy placentero y lo disfruté. No me pasa siempre que empiezo y la escritura me va llevando y en este caso sí. Me trasladó por diferentes lugares, a través de diversas texturas y capas. Es como si ya estuviera escrito y doblegué las palabras a las normas de la gramáticas y de la sintaxis.

-¿Ha sido terapéutico?

-Es una palabra que me repele cuando hablamos de literatura, pero te mentiría si te dijese que no. Me gusta entender la literatura fuera de la terapia, pero con el tiempo me estoy dando cuenta de que aunque escriba la ficción más absoluta también es sanador. En este caso es cierto que, por el contenido, he llegado a ver cosas que no hubiese visto de no haber escrito este libro y que me han reconciliado con mi origen, con mi padre, con mi casa y con mi familia. No porque las haya llegado a entender, sino porque el hecho de ponerlas sobre papel y saber que las pensaba o las sentía, ha provocado que se conviertan en en otra cosa.

-¿Qué rol interpreta su madre?

-Es un personaje con el que me he divertido mucho. Así como el personaje paterno representa el dolor, la tristeza y la ira, el materno es la verdad sin prejuicios y sin concesiones. Pero también es el humor, la tierra, lo pragmático, lo funcional. A mi me ha servido como contraste del drama y como vía hacia el humor, a través de sus frases sarcásticas y de un realismo extremo.  

-El libro se desarrolla entre los 80 y los 90, una época marcada por la relación entre los jóvenes y las drogas. ¿Cómo la recuerdas?

-Soy de Rentería, donde he vivido y he estudiado. Lo recuerdo como un lugar muy hostil en el que pasaban muchas cosas todo el rato, donde vivíamos la realidad sin filtros y sin protecciones. Recuerdo a yonquis deambulando por la calle como si fuesen zombis. Yo iba a entrenar a la piscina y me daba miedo porque tenía que pasar entre ellos, aunque fueran totalmente inofensivos. Además, había manifestaciones por cualquier cosa y el pueblo estaba en constante ebullición. 

-Dentro de este contexto también está ETA, es como un actor que no puede faltar.

-Yo creo que no puede faltar. Este libro, que es muy íntimo, está situado en un lugar que tiene un nombre. No puedo contar la historia de esta familia sin que en este escenario no esté presente. Me hubiese parecido deshonesto, porque el no contarlo también hubiese sido una manera de relatarlo y de tomar una posición con la que no comulgo. Tiene que estar de fondo, porque fuera de esa casa en Rentería están pasando muchas cosas que dialogan con lo que pasa dentro de esa familia. 

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