Los tres mosqueteros: Milady | Crítica

180 años después los mosqueteros siguen entreteniendo

Eva Green en 'Los tres mosqueteros: Milady'.

Eva Green en 'Los tres mosqueteros: Milady'.

Casualmente releo estos días, tras más de medio siglo de abandono, Los tres mosqueteros. Su fascinación no es cosa de lecturas infantiles o adolescentes: con independencia de la edad y la experiencia el lector maduro se desliza de capítulo en capítulo como el niño o el adolescente que fue, casi sin darse cuenta, como si cayera por un tobogán, tan hábiles son sus mecanismos, tan bien dosifica humor, romance y aventura, tan sabiamente da todos los golpes de efecto que Dumas necesitaba para enganchar a los lectores de entrega en entrega cuando se publicó en folletines entre marzo y julio de 1844 en el periódico Le Siècle. Inmediatamente fue adaptada al teatro. En España su primera adaptación teatral se estrenó en 1846. En 1849 el propio Dumas, en colaboración con su habitual Auguste Masquet, estrenó La jeunesse des mousquetaires en el Theatre Historique de París.

En cuanto nació, el cine la adaptó -naturalmente solo algunas escenas o cuadros- en 1898, 1903 y 1906 en Estados Unidos, Francia e Italia. Lógico: esta novela es cine antes del cine. El periodista y autor de novelas históricas Jean Pierre Dufrenne, que en 1993 escribió la secuela El último amor de Aramis, dijo que un guionista encuentra en ella "una idea por párrafo, una imagen por línea, escenas enteramente listas para filmarse, dialogadas, editadas, con campo, contracampo y todo tipo de planos". Desde que el cine articuló su narrativa Dumas -sobre todo esta novela y El conde de Montecristo- ha sido quizás el autor más veces adaptado.

Tras aquellos primeros cuadros de finales del XIX y principios del XX hasta hoy se han hecho para cine o televisión, en imagen real o animación (recuerden nuestro Dartacan y los mosqueperros), más de cien adaptaciones de Los tres mosqueteros entre las que sobresalen las de Fred Niblo con Douglas Fairbanks (1921), George Sidney con Gene Kelly, Lana Turner, Vicent Price, June Allyson y Angela Lansbury (1948) y Richard Lester con Michael York, Oliver Reed, Raquel Welch, Charlton Heston y Christopher Lee (1973: lástima que no cuajara su proyecto de que la interpretaran los Beatles). Solo en lo que llevamos de siglo XXI se han hecho 16 adaptaciones, siendo las dos últimas Los tres mosqueteros: D’Artagnan y su segunda parte Los tres mosqueteros: Milady que ahora se estrena. Si Dumas llamó la segunda parte de la novela Veinte años después, puede decirse que 180 años después de nacer los mosqueteros siguen tan vivos como en 1844.

Lo mejor, la reelaboración de Milady de Winter que hace una gran Eva Green, centro absoluto de la película

Martin Bourboulon, que debutó en la comedia con las dos entregas de Papá o mamá (2015 y 2016), encontró su camino con la cara, espectacular e irregular Eiffel (2021): la grandeur cien por cien francesa de la superproducción histórica trufada de romance. Al abordar la primera entrega de la novela de Dumas -Los tres mosqueteros: D’Artagnan-, liberado de cualquier atadura realista, se adentró por este camino con mayor seguridad y éxito. Reparando una rara deuda, por su conocido chauvinismo, del cine francés con esta novela: hace más de medio siglo que el cine francés no la adaptaba, como si se hubiera rendido a la supremacía de versiones hollywoodiense e inglesa de 1948 y 1973. Bourboulon añadió un tono oscuro en la ambientación que iba tan bien a la época -y a los enredos en el no muy bien iluminado París del siglo XVII- como al gusto actual en una de las concesiones que hizo al aggiornamento, junto a la espectacularidad de los efectos digitales y ciertos toques LGTBI y feministas. En lo demás confió, recurriendo al siempre eficaz método de la puesta en escena invisible, al flujo irresistible de la novela de Dumas, el atractivo de la amplia galería de personajes para los que encontró los intérpretes perfectos, la resurrección sin complejos de las películas clásicas de capa y espada, y la combinación de aventura, suspense, acción, amor y humor que han mantenido viva esta novela durante ya casi dos siglos.

Los tres mosqueteros: Milady sigue exactamente este modelo. Hay más alteraciones de situaciones y personajes para traerlos al presente que en la entrega anterior y una mayor dispersión argumental, pero no dañan seriamente el legado de Dumas. Dar una cierta complejidad y modernidad a los personajes es posible sin traicionar la novela porque una de las claves de su largo éxito reside en personajes que, aun siendo tan novelescos, están humanizados por sus defectos o debilidades y por el humor irónico que Dumas toma, citándolo directamente, de su admirado Cervantes. Lo mejor, la reelaboración de Milady de Winter que hace una gran Eva Green, centro absoluto de la película, y sus relaciones con un D’Artagnan bien interpretado por François Civil y un Athos soberbiamente interpretado por un grandísimo Vincent Cassel que, junto a Green, es lo mejor de la película.

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