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Discurso de boda | crítica
'Discurso de boda'. Álvaro García. Libros Canto y Cuento. Jerez de la Frontera, 2020. 217 páginas. 15 euros
Con Discurso de boda, su segunda novela, el poeta, escritor y traductor Álvaro García asienta una geografía literaria y un estilo narrativo particular que estrenó en El tenista argentino. Como frutos de un mismo árbol, ambas novelas se adentran en los vericuetos sentimentales de un puñado de personajes a la deriva, que buscan el norte en el sur desmedido y contradictorio de la Costa del Sol, aunque el territorio concreto y reconocible no se nombre nunca. Hasta aquí la comparación inevitable.
Con Discurso de boda Álvaro García centra el punto de mira en la vida de los hermanos McKean y dispara certeramente sobre un grupo social en el que el autor encuentra posibilidades infinitas: una ecléctica alta burguesía, venida a menos, que acoge, en desordenada convivencia, a desocupados varios y a escasamente ocupados que viven ensimismados las noches de verano en pubs y fiestas privadas y las soleadas mañanas de otoño en clubes desvencijados.
Algunos de los personajes de Discurso de boda podrían hacer suyos aquellos versos de Gil de Biedma: "Yo nací (perdonadme) / en la edad de la pérgola y el tenis". Aunque la mayoría de ellos solo conocen ese mundo de oídas, lo llevan en sus genes indolentes. Pese a que vaciaron hace tiempo las nutridas cuentas corrientes heredadas, aún se empeñan en conservar la pátina gentil y aristocrática que tuvieron sus abuelos. El reflejo de esa sociedad caduca y malsana, en la que los personajes protagonistas de esta novela se mueven, en cierto modo, impelidos por la corriente que los arrastra, es una de las principales bazas de esta obra. El autor conoce bien el paño en el que teje un finísimo brocado de relaciones cruzadas y lo ilumina con pintorescos detalles que anclan la historia a un territorio preciso.
Álvaro García otorga a uno de sus protagonistas, Otom McKean, el papel de narrador prácticamente absoluto. Conocemos la historia a través de su particular modo de ver el mundo y sabemos del resto de personajes por lo que él observa o por las confidencias que los otros le hacen. Esta peculiar forma de construir la narración ofrece al lector una visión audaz de la historia. La reconstrucción de los hechos es del todo subjetiva desde el momento en el que toda la narración se articula desde un único punto de vista, aunque este punto de vista sea empático e intente ser plural. Este narrador tiene el poder absoluto para discernir qué es esencial o accesorio en el relato. Su visión de los hechos son los hechos que cuentan para el lector. Otro elemento viene a terminar de forjar la singular perspectiva de la historia: la memoria, configurada como un poderoso elemento de ficción.
Los hermanos Evan y Otom McKean representan dos formas de enfrentarse a la vida en ese territorio y en esa sociedad determinada. Evan es humorista desde adolescente. Tiene programa fijo en la televisión local. Su humor es un modo de catarsis. Sus programas tienen una doble lectura: en clave de actualidad o en clave personal. Personalmente es un seductor empedernido, que frecuenta garitos de mala muerte y pisos de jóvenes estudiantes en los que se estudia poco. Se atreve sin embargo a comprometerse -se casa dos veces-, aunque ese compromiso no le reporte los resultados esperados. Otom, el narrador, está al frente de la sala y los fogones de un restaurante decadente al que apenas va nadie. Hace sus pinitos como escritor y mantiene la actitud expectante y fría del que no es capaz de exponer sus sentimientos.
La bellísima Katia -no salen mujeres feas en las novelas de Álvaro García- es la segunda mujer de Evan y se configura como personaje crucial de la novela. Su aparición en escena supone un verdadero revulsivo en la vida de los dos hermanos. Ambos se ven afectados, aunque no de la misma manera, por la presencia de esta mujer, potente y vulnerable al mismo tiempo, que reclama atención y una relación verdadera que ninguno de los dos es capaz de ofrecerle al completo. El discurso que Otom pronuncia en el banquete de boda de Evan y Katia se anticipa, y a la vez condiciona, la relación de los esposos.
En Discurso de boda, como también ocurría en El tenista argentino, los fantasmas del pasado toman cuerpo para fortalecer la historia. Pero hay también en esta obra algunos personajes que posibilitan la conexión con otros mundos posibles: Meryl y Stephen. Ellos son representantes de otra generación y abren la puerta a nuevos territorios, también a nuevas formas de relacionarse. Pese a que, en cierto modo, sucumben a la desazón reinante en las vidas de Otom, Evan y Katia, también les aportan la posibilidad de otra forma de vida menos atada a las convenciones. El episodio en el que Katia y Evan van por primera vez a la casa de Meryl y Stephen es uno de los momentos más poderosos de la novela.
Álvaro García nos habla en Discurso de boda de la imposibilidad del amor en una sociedad mezquina y torticera, también de la dificultad extrema de ser libre. El autor indaga en los más profundos sentimientos humanos, también en cómo se concreta o se elude el deseo, en cómo se urde, consciente o inconscientemente, el complicado engranaje de las relaciones personales. Y lo hace con un estilo característico, que comparte la musicalidad de un mantra y el ímpetu de un discurso meditado y obsesivo.
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