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“…Sea por Andalucía libre, España y Casa Bigote”

Abochornado por el ruido, el Gobierno anunció en Sanlúcar que pagaba a escote, pero el asunto ya estaba en las redes, donde manda el 'troleo'

“…Sea por Andalucía libre, España y Casa Bigote”

“…Sea por Andalucía libre, España y Casa Bigote” / Efe

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Las anécdotas las carga el diablo. Se puede ser un tremendo canalla en la trama de los ERE, pero quedar en la memoria colectiva porque tu madre dijo que acumulabas billetes como para asar una vaca. Lo anecdótico cala mejor que la mecánica sofisticada de la corrupción. Por eso las tarjetas black escandalizaban más que la ingeniería financiera de Bankia. Esta semana el Gobierno incluyó en agenda, en su desplazamiento a Sanlúcar, cena en Casa Bigote. El desplazamiento, de hecho, era de dudosa utilidad. Pero en la Junta rige el sello AMMG, que sirve a la vez para A Mayor Gloria de Moreno o A Mayor Gloria de Marín. Y esta vez le tocaba a Marín, en su virreinato de Sanlúcar. No hay un sitio donde sentir la gloria como en tu pueblo natal. El virrey se llevó allí al Gobierno entero con un motivo algo extemporáneo. El plan incluía ese protocolario agasajo en Casa Bigote donde podría decir "no hay en el mundo langostinos como éstos", y además sin mentir, que es un placer añadido para un dirigente. Pero la noticia de la mariscada hizo recordar aquellos años en que la izquierda llegó al poder y se la caricaturizaba pasando de gritar "¡A las barricadas!" a gritar "¡A las mariscadas!". El marisco es de alto riesgo en el imaginario popular. El Gobierno del Cambio, en Casa Bigotes, pasaba a ser visto como el Gobierno del Cambio de Comensales. Claro que todo esto sólo es una anécdota, pero en tanto se cumple la tregua de los 100 días y la crítica se centra en la gestión, toda la atención apunta a los detalles: gestos, nombramientos, sueldos, lenguaje, sociedades en Panamá… o Casa Bigote. Abochornados por el ruido, anunciaron que pagaban a escote, pero el asunto ya había llegado a esas rutas virales de las redes donde manda el troleo. A cinco minutos era fácil imaginarlos allí, tras un cenorro pantagruélico, cantando su propia versión del himno:¡Andaluces, levantaos!¡Pedid langostinos y cogote!¡Sea por Andalucía libre,España y Casa Bigote!

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Un asunto serio: pactar una reforma del Estatuto. Se trata de un tema delicado bajo el calendario electoral. Marín, dispuesto a disputarle los titulares a Bendodo, ha advertido que la reforma se puede hacer sin el PSOE. Se trata de un error mayúsculo, aunque efectivamente sea así. Algunos parecen mantener un pulso por ver quién gana el Premio Manca Finezza… El primer mensaje sólo puede ser invitar a todos y confiar en contar con todos. Sin más. Para sumar escaños le alcanza a cualquiera, hombre, pero no es el momento de la aritmética sino de la política. Por demás, la hipótesis de un pacto sin el mayor partido resulta mediocre. Claro que, entretanto, el PSOE debería estar a la altura de sí mismo. La reacción de Mario Jiménez imponiendo la Memoria Histórica parecía un claro gesto para buscar bronca con Vox. La actitud ahora no es proclamar las líneas rojas, sino acudir a evaluar los espacios de consenso. Ya habrá tiempo. Pero el calendario, de aquí a verano, corre a la contra: en campaña todo es gestualidad sospechosa de electoralismo. Negociar el Estatuto, e incluso los órganos de extracción parlamentaria, no será fácil. De momento el PSOE, además de sobrellevar la exposición sonrojante de su herencia, debería aplicarse aquello de la mujer del César: no basta con ser el partido más grande, además hay que parecerlo. La pérdida del poder tiene a provocar empequeñecimiento de miras. Y no hay nada más ridículo que la pequeñez en un cuerpo grande. Sí, el PSOE es el partido más grande, pero no es lo mismo partido grande que gran partido. Y corren el riesgo de perder el aura de gran partido.

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El Parlamento no permite a Teresa Rodríguez devolver las dietas durante su ausencia por maternidad. El sistema no está preparado para un gesto honesto. Aunque haya tecnicismos que avalen la medida, simbólicamente resulta catastrófico. Ya resulta poco edificante que los diputados cobren hasta 2.500 euros mensuales por gastos de estancia y desplazamiento aunque no se desplacen ni estén allí por falta de actividad en la Cámara, pero lo asombroso es que a ese dinero ni siquiera se pueda renunciar. Hacerle entender estas cosas a la ciudadanía no es fácil, claro, sencillamente porque no hay quien lo entienda. Cobrar por no hacer nada y, por añadidura, hacer imposible la renuncia a cobrar. Todo es un poco loco. Y entretanto altos dirigentes del Gobierno del Cambio, o del Cambiazo, enviando mensajes de estar mal pagados, primero el vicepresidente y luego la presidenta del Parlamento, con la coartada chusca de que serán más honestos si sube la nómina. De momento esta semana se la han subido más de un 2%. Cuesta creer que ahora ya sean más honestos.

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