Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Cien años...
Los que nos dedicamos a buscar entre legajos joyas documentales sabemos que el archivo siempre tiene premio, nunca nos volvemos a casa con las manos vacías después de una jornada de investigación. En muchas ocasiones, quizás más de las que querríamos, no encontramos ese documento que dará un giro de ciento ochenta grados a nuestra tesis o próximo paper para una revista académica, pero sí un documento curioso o varios de ellos de los que tirar del hilo sobre otros temas que nos puedan despertar la curiosidad.
En mi caso trabajo sobre mujeres religiosas laicas, llamadas en Centroeuropa beguinas, pero que en la Castilla de la Edad Media y Moderna eran llamadas beatas, así como emparedadas y otros nombres. Mujeres independientes de todo poder eclesiástico masculino, o eso intentaban. Sobre ello hago mi tesis doctoral desde hace tres años bajo la dirección de María Soledad Gómez Navarro, catedrática de Historia Moderna de la Universidad de Córdoba.
Sin embargo, he llevado mi investigación más allá de los límites de mi tesis, pero siempre en el marco temporal entre el siglo XV y el XVII, para investigar sobre otro tipo de mujeres como las divorciadas, las maltratadas que denunciaban a sus maridos, las esclavas negras, berberiscas y moriscas, las escritoras eruditas como Valentina Pinelo, las mujeres hospitalarias y fundadoras de instituciones como Catalina de Ribera, las cofradas de las hermandades de Sevilla, las prostitutas de la mancebía, las monjas que formaron grupo con erasmistas, alumbrados y protestantes, etc.
¿Por qué? La pregunta es simple pero su respuesta es bien compleja: siento como obligación, y también devoción, el rescatar a todas las mujeres independientes o con ansias de serlo del fondo de protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de Sevilla para darles esa visibilidad que otros investigadores del pasado no les dieron por diferentes motivos. Hay temas más atrayentes que otros y el de las mujeres en la Historia no ha sido uno de los preferidos de los investigadores del siglo XX y menos aún en el positivista siglo XIX.
La Sevilla de finales del siglo XV hasta principios del XVII es una mina documental, una ciudad que se convertía en punto de encuentro de mercaderes, artistas y aristócratas de todo el mundo por su puerto y su conexión con América y otras latitudes tras 1492, un pozo sin fondo lleno de información muy valiosa para todo aquel que quiera sumergirse en el pasado. Y esta es la Sevilla que se encuentra Roque de Balduque al llegar en 1534.
Me topé con Roque de Balduque en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla el 10 de abril de 2023 cuando encontré su firma en un contrato de ejecución de los titulares de la Hermandad de Vera Cruz de Lebrija, Sevilla, en el fondo de protocolos notariales de 1559 del Archivo Histórico Provincial de Sevilla. Buscaba la pista de una de mis mujeres, cierta información sobre una monja de Santa Paula procesada por la Inquisición por participar en grupos protestantes de la ciudad, pero hallé algo inédito que en ese momento no ponía realmente en valor hasta que pude hablar con miembros de la hermandad de Vera Cruz de Lebrija, pocos minutos después del hallazgo a través de redes sociales. En el contrato tenemos al Cristo de Vera Cruz y presumiblemente la Virgen de Consolación y el Niño Jesús, ya que se habla de las tres imágenes con todo lujo de detalle.
Estos hallazgos no sólo sirven para hacer un matching entre autores y obras, para completar lagunas de información en Historia del Arte ni para engrandecer el ego y el currículum de obras atribuidas por parte de un especialista, sino también para comprender la importancia de las hermandades y cofradías como organizaciones de laicos y laicas —porque también había cofradas dentro de estas asociaciones hasta bien entrado el siglo XX desde la fundación de estas durante la Edad Moderna— como herramientas de análisis social y económico. Es lo que ahora llamamos Historia de las Mentalidades además de Historia Económica.
Así pues, tanto las reglas de estas cofradías y hermandades como los testamentos hallados en los fondos de protocolos notariales de nuestros archivos municipales nos pueden proporcionar muchísima información sobre cómo era la espiritualidad de la época y cómo se organizaban los cultos de dichas agrupaciones de laicos y laicas, así como la intención de dejar por escrito qué necesidades espirituales tenía la persona que iba a morir y cómo quería que fuesen los funerales y misas en su nombre, cosa que encontramos con todo lujo de detalle en los testamentos.
Es en esos documentos, concretamente en los testamentos, donde los que nos dedicamos a la investigación sobre mujeres encontramos a las cofradas que formaban parte de estas hermandades y cofradías renacentistas. En la Sevilla del XVI la mayoría de estas asociaciones religiosas aceptaban mujeres no sólo como hermanas sino también en la procesión de luz portando la correspondiente luminaria ya que no podían flagelarse en público, lo que se llamaba procesión de sangre era sólo permitida a los hombres. Las hermandades de la Vera Cruz de toda la península fueron de las primeras en incorporar cofradas en sus filas y también en Sevilla de las primeras, tras la prohibición de mujeres nazarenas desde 1940, en aceptar de nuevo mujeres en su cortejo procesional de 1987.
Las cofradías y hermandades funcionaban como asociaciones de laicos, así como hospitales u hospicios, y prácticamente como seguros de ocaso no solo para los cofrades y cofradas sino también para pobres que morían en la calle o ahogados en el río, y también como seguros asistenciales dotando económicamente a doncellas huérfanas para sus casamientos, como es el caso del Hospital de la Misericordia de Sevilla.
Quizás no todo lo que necesitamos saber del pasado está en los legajos y yacimientos arqueológicos, pero gran parte de su memoria está escondida en los documentos esperando a que alguien lo rescate y lo traiga al presente.
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