Echo de menos toparme en las noches de cuaresma con el ensayo de los pasos de alguna cofradía. Ir con el coche y tener que detenerme unos minutos para que la parihuela, con algún bloque de cemento en lo alto o algún saco de más que equivale al peso real, girara en la primera calle a la derecha para que yo pudiera pasar. ¡Como si yo tuviera prisa en ese momento!

Echo de menos todos los detalles que guardan esas noches que forman parte del ritual de estos días, memoria fundamental de nuestras emociones más íntimas, más queridas y más recordadas. Echo de menos el sonido de ese cassette atado como se podía, o colgado de un alambre en la delantera del paso y de donde salía una música que debía parecerse a una marcha. No se asusten que no me he quedado anclada en el tiempo, ha sido mi memoria, que como tal es selectiva. Ahora la cosa va de altavoces debajo del paso con el bluetooth y una aplicación que se baja de internet con marchas procesionales. Qué moderno todo, pero me quedo con el cassette. Sí, tengo una edad. Y veías cómo algunos se asomaban al balcón de sus casas, adelantándose a lo que estaba por venir.

Noches frías de pellizas y barbour. Noches en los que muchos se estrenaban como costaleros. Noches de novias abnegadas que acompañaban a sus amados. El amor todo lo puede. Noches donde la amistad adquiere un significado muy profundo. Echo de menos la voz de un capataz mandando de frente a unos costaleros que llegan a su cita con los nervios y la ilusíón del primer día. Que guardan el cuadrante de los ensayos con el calendario marcado en rojo. Que llevan "su ropa" bajo el brazo como el mayor de sus tesoros. Que vuelven a casa después, felices de llevar sobre sus hombros kilos que no pesan. Echo de menos recoger con los micrófonos de la radio el rachear tímido de los primeros ensayos.

Tengo que llamar a Jose María Rojas Marcos para tomar una cerveza. Y charlar. Y recordar. Y hablar de Luis. Ring, ring.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios