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Análisis

rogelio rodríguez

Moncloa convierte a Vox en el gran señuelo

Se trata de estimular el voto radical en uno y otro extremo, generar miedo y cólera

La campaña electoral en la Comunidad de Madrid ha sido un ejercicio de indecencia política, de violación de la norma democrática que rige la cohabitación y la tolerancia en todo Estado de derecho. Y no acabará cuando el próximo día 4 las urnas dicten sentencia para la Villa y Corte. De la bipolarización depende la subsistencia de los que hoy mal gobiernan España. El socialismo sanchista y el comunismo sui géneris que representa Podemos necesitan la existencia de un adversario procaz en el otro extremo y han encontrado en Vox, un partido radical que también manipula datos y lemas que incitan al odio, el instrumento propicio para excitar la adscripción visceral con eslóganes como "fascismo o democracia", extraídos de la siniestra hemeroteca de los años 30 del siglo pasado. Esa es la atroz disyuntiva que plantean, no la gestión de la pandemia, ni la fiscalidad, ni la política económica, ni la educación… Cualquier añagaza es válida para embarrar el sistema.

La victoriosa perspectiva electoral de la candidata del PP, Isabel Díaz Ayuso, una mujer instruida en los burós del neoliberalismo castizo, protagonista de paradojas convertidas en extraña virtud, sembró el pánico en el Gobierno. Pedro Sánchez soltó a todos sus mastines -el primero, Pablo Iglesias-, convencido de que el votante de izquierdas reaccionaría en masa para salvar el país de las garras fascistas. El CIS lo publicó al dictado, pero no el resto de los sondeos. Y aunque el voto es voluble y, a veces, lo deposita la mano del diablo, la demoscopia asegura que el nuevo frente popular no ocupará la sede de la Puerta del Sol, lo que ha obligado a los gurús de La Moncloa a modificar su estrategia, con la mira puesta en las futuras elecciones generales, o en las próximas andaluzas, cuyo adelanto determinados dirigentes populares vinculan con el resultado que se obtenga en Madrid.

El cambio táctico en el contubernio social-comunista es sustancial. El adversario es el PP, pero Vox es el gran señuelo. Se trata de estimular el voto radical en uno y otro extremo, generar miedo y cólera, movilizar a favor de Vox a los sectores de extrema derecha y a los frustrados por las debilidades y corruptelas del PP. El techo de Vox está tasado. No es alternativa, pero su fortalecimiento merma la cosecha en territorio templado, ya que la posible dependencia del partido de Abascal deprime a los votantes modosos del PP. Díaz Ayuso parece haber superado esa contrariedad al erigirse en candidata hegemónica del espectro conservador, ocupando también buena parte del espacio que tenía Ciudadanos, pero no Pablo Casado, cuyas mal queridas nupcias con Vox le conducirían a la emboscada que pretende hacerle Sánchez. Casado y Abascal componen la ansiada foto de la supuesta derecha fascista. Esa es la vil trampa de quien gobierna coaligado con un partido que vilipendia la Constitución y agrede a las más altas instituciones del Estado, de quien sustenta el mando con la gracia de los que atentan contra la democracia y la unidad de España. Ver para creer.

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