Hoy, al alba de la mañana, justamente cuando escriba mi primer Pretorio de la Cuaresma, vuelvo al quirófano del Macarena para una estenosis, a la que voy pletórico de fe y satisfecho de haber hecho los deberes este Viernes del Señor. Viernes del quinario que, en tu honor, presides Rey de la Calzada, único, exclusivo, sobrenatural, con tus manos atadas, dulcemente sereno, mirando hacia el suelo de Sevilla, alfombrado en su camino, de oraciones y plegarias, de saetas y piropos, de promesas y alabanzas.

No hay padrenuestro que rece sin que tú me mires. No hay lágrimas que corran por mis mejillas sin que tú las seque. No hay alegrías que celebre sin que tú me abraces. No hay sueño que tenga sin que tú me veles. No hay camino que emprenda sin que tú me guardes. No hay día que no te llame para que me acompañes, Señor, no me dejes nunca, cuida de la gente del barrio, niños y mayores, tus nazarenos y costaleros, de mis amigos y tus vecinos, de tus hermanos eternos… Porque Tú eres el agua bendita de nuestras infancias, la tonadilla hispalense que, junto a nuestras madres, nos arrulla, Juglar del amor fraterno, Cantor de Dios Padre, Trovador de la tierra, Tú eres el latido de nuestros corazones, Tú eres, Padre, nuestra fe, Tú eres, Señor, nuestra fuerza, nuestra pasión, nuestra conciencia, nuestro fervor por tu grandeza, por tu poder, por tu omnipotencia… Tú eres, Señor, sencillamente Dios.

Sembremos la tierra de imaginación, vistamos el barrio de capas blancas almidonadas, elevemos al cielo nuestras oraciones y subamos el puente contigo, vayamos al lugar exacto donde los oriundos del barrio, sabemos a ciencia cierta que allí sí que no hay trampa ni cartón. Que aquel espacio es la frontera de la gran ciudad con la vieja calzada Romana. La Calzá, mi cuna de nanas, mi cuento de hadas, mi cielo, mi vuelo, mi verdad. La tierra donde sueño, sin ni siquiera verla, forma parte de mis pasos, de mi Sangre, de mis versos. Un conjuro eterno invulnerable que palpita en el gran Pretorio de mi vida, en la maravillosa Encarnación de mi alma.

Porque el puente, como dijo Carlos Navarro Antolín, hermano de la Calzada y de la Madre Maestra, amigo, sevillano de pro, el viejo puente siempre me espera.Y lleva razón. No está, pero yo lo veo.

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