Mi Martes Santo

Prefacio y epílogo de un drama litúrgico con ocho actos de penitencia envueltos del perfecto gatuperio de tradiciones populares.

El misterio de la Presentación al Pueblo de San  Benito.

El misterio de la Presentación al Pueblo de San Benito. / Juan Carlos Vázquez

Magnificente representación escénica la que hoy vive Sevilla, desde que la cruz de guía del Cerro abre sus puertas hasta que el Dulce Nombre de María se pierde tras los postigos de San Lorenzo. Prefacio y epílogo de un drama litúrgico con ocho actos de penitencia envueltos del perfecto gatuperio de tradiciones populares como las que rodean, en su larga chicotá, al palio de la Virgen de los Dolores tras el Desamparo de Cristo. Eccehomo en la ventanita de la Puerta Carmona donde la Virgen de San Esteban, desamparado su palio bajo ese arco de ojivas, siempre sale de rodillas para pasear su amparo por las calles de Sevilla. Amparo al que la calle Feria llena de Gracia y de Almas bondadosas de puro sabor sevillano, idéntico al de los nacidos entre leyendas de Candilejo, donde los costales bailan al sonar de los tambores, la belleza extraordinaria de un palio de blancas flores y de guapa Candelaria. Túnicas blancas de cola que las viejas Juderías tiñen de ruán negro por calles de cartel cofrade, Dolores a toda banda, y un calvario de claveles para la Antigua a las plantas de la Cruz donde se muere la Misericordia Santa. A voces, llamará Placentines al Cristo de la Buena Muerte que sigue añorando con Angustia su paso por la angosta travesía, inmortalizada por el Padre Cué, mientras que Castillo Lastrucci se asomará a las mirandas del cielo para ver La Bofetá, su revolución escultórica en la Pasión hispalense, en la que mi martes santo es el día más grande de mi casa, de los míos, de mi gente. El gran día del año, en el que nos vemos todos, los de la tierra y el cielo, para conjurarnos entre capas blancas almidonadas que llenan el viejo arrabal extramuros de historias y leyendas de La Almona y la Viña, del Pilar y la Huerta, del Barrio España y La Laboriosa.

Un día festivo, aunque se labore, que comienza a soñar a partir de las 12 campanadas del lunes santo, porque cuando María del Rosario regresa de nuevo al barrio del duende y la soleá… Y San Ignacio y San Pablo disfrutan detrás del palio, la última chicotá… Cuando Santiago ha mostrado a su Maestro engañado por un beso desleal y ha bañado de Rocío, gracia, gloria y señorío, las calles de la ciudad… Cuando Santa Genoveva, a Cristo Cautivo espera, bien “entrá” la madrugá, a tres horas de que llegué María entre las Mercedes de su gente y su hermandad, ya sueña Sevilla entera, con esa hermandad señera del Barrio de la Calzá.

Cuando San Jacinto goza con la Salud Dolorosa de la Reina Celestial, tras el Poder Soberano, camino de San Gonzalo, al son de marcha y costal… Cuando Jesús de las Penas, sobre andas costaleras, va regresando a su altar, y a María de los Dolores, la esperan las oraciones de San Vicente y San Juan… Cuando Jesús Galileo va expirando en un Museo de Calvario Universal y María de las Aguas baila sobre las enaguas de la Santa Catedral, resucitan los cantares de los patios y corrales del Barrio de la Calzá.

Cuando el Salvador y Cuna, lloran viendo la hermosura de la muerte de Jesús y el esparto que regresa con un palio de Tristezas detrás de la Vera Cruz… Cuando las Aguas que vierte, con la Sangre de su muerte, corren por Santo Tomás y Guadalupe morena, mece el palio de su pena camino del Arenal…Y cuando tiembla la tierra porque Santa Marta cierra el sepulcro universal donde trasladan a Cristo después que Sevilla ha visto la luz de su Caridad, ya celebra San Benito, el Martes Santo bendito del Barrio de la Calzá.

Fiesta, júbilo, algazara, de ilusiones hermanadas que riegan la calle Oriente de cuadrillas costaleras, de túnicas nazarenas  y promesas penitentes… Son de marcha y Cruz de Guía, Agrupación, Sinfonía, que entre el Misterio y el palio de Encarnación Celestial, a Cristo, llenan de amores, las cornetas y tambores del Barrio de la Calzá.

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