La ventana
Luis Carlos Peris
El nepotismo se convierte en universal
Hoy se celebra el día de San Miguel, que cuenta con velada en el Muelle de la Sal y con toros en la plaza de la Maestranza. Pero en este otoño se cumplen también 150 años del derribo de la parroquia de San Miguel, uno de los mayores atropellos cometidos contra el patrimonio histórico de Sevilla. Así empezaron a cargarse la actual plaza del Duque, a lo salvaje, y no sólo con lo que sucedió hace 50 años en las casas palacios reconvertidas en grandes almacenes. El derribo de San Miguel se llevó por delante una joya arquitectónica del siglo XIV, uno de los mejores testimonios del gótico-mudéjar. Era uno de los principales templos de Sevilla. Allí se casó el pintor Diego Velázquez. Allí tenían su sede tres cofradías: Soledad, Amor y Pasión.
Algunas de las principales obras de arte de la antigua parroquia de San Miguel se podrán admirar en el Ayuntamiento del 5 al 19 de octubre, formando parte de la exposición Soledad 150 años, de San Miguel a San Lorenzo, que ha organizado la hermandad soleana con motivo del siglo y medio de su traslado, cuando dejó de ser de San Miguel para pasar a ser de San Lorenzo. Una exposición más cultural que cofrade, que va a llamar la atención: por San Lorenzo y por San Miguel. Puedo decirlo y lo digo, aunque sea parte interesada.
En la sala dedicada a la desaparecida parroquia, derribada por la Junta Revolucionaria, estará el San Miguel de San Miguel. Una imagen extraordinaria, atribuida a Francisco Dionisio de Ribas, que presidía el retablo mayor. Ha sido cedida por la Hermandad del Silencio, que ha colaborado activamente, con varias obras procedentes de la antigua parroquia, cuya sede pasó después a San Antonio Abad hasta la definitiva extinción. La restauración, que han comenzado en su primera fase José Joaquín Fijo y Almudena Fernández, ha rescatado matices espléndidos de la imagen.
El arcángel San Miguel volverá a ser admirado, un siglo y medio después, como el emblema de una barbaridad cometida en nombre de cierta revolución, que no sólo incluía una parte anticlerical, sino también otra anticultural. Álvaro Pastor, especialista en la historia de la parroquia de San Miguel, tiene pendiente de explicar en un libro las verdaderas causas especulativas de aquel derribo injustificable.
Los santos, como personas que fueron, pueden pasar de la gloria al olvido en este mundo. Por eso hay que rescatar su memoria para que siga viva.
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