Pegatinitas en los asientos del Benito Villamarín, guantes negros en el antiguo Ramón de Carranza, comunicados oficiales desde el Sánchez-Pizjuán por parte del Sevilla, amenazas de acudir a la justicia ordinaria desde el consejo de administración del Cádiz... De nada sirve. No se molesten más porque se seguirán riendo en sus narices y sólo competirán en ser más imaginativos que otros. Y ahí encontramos otro de los grandes problemas del fútbol actual, que cada vez está más manejado por gente de marketing y métricas de SEO que por hombres de fútbol.

Una vez Monchi deslizó en el Santiago Bernabéu la opción de "retirar al equipo" en el supuesto de que se hubiera dado un hecho determinado incluido en la pregunta de una periodista. Sólo eso. Pues bien, para saber la fuerza de las medidas adoptadas hay que fijarse en las reacciones que insinuarlas provoca. Nadie duda de que al Barcelona en el caso Enriquez Negreira no le va a pasar lo que a la Juventus en Italia. Ni hablar de 15 puntos menos, ni la mitad. Para qué vamos a ni mencionar un descenso administrativo...

El problema del fútbol español no es de ahora, viene de muy atrás y ya es imposible arreglarlo a no ser que alguien de verdad ponga la cara y le dé igual que se la partan. Ni con pelotas de tenis, guantes negros, tarjetitas, ni comunicados... Cuando el Sevilla lideró en su día una batalla contra el sistema caciquil del reparto de los derechos de televisión ya desde dentro había voces que avisaban de que aquello iba a pasar factura. Y ahí está el nudo gordiano, en el pellizco que todos los presidentes trincan por silbar y mirar a otro lado engañando a sus aficionados con un comunicado de vez en cuando y una protesta ideada por los community managers.

La guinda la pone la afición y parte de la prensa, que no se sabe el reglamento pero da lecciones cada domingo. Eso y que nadie explica a principios de Liga las novedades de aplicación de las normas. A ver de qué va la próxima pataleta.