...Y Maestra

06 de marzo 2025 - 03:08

Azuzados por la impaciencia del tiempo que nos viene, que no es sino un reflejo de lo que ya hemos vivido, en incesante bucle, llega otra cuaresma. Llega con marzo y su primer viernes. No digamos más: el primer viernes del tercer mes es color morado Jesús Nazareno (el que no necesita apellido porque es el que es). El día en que la alianza eterna de Dios con su pueblo se renueva cuando los pies del Dulcísimo Nazareno bajan a tierra para ser venerados. Día en que el abrazo eterno a la cruz se estrecha más en los rincones de nuestra vida. Viernes de zarza ardiendo en San Antonio Abad, en el que detrás de ese abrazo nos encontramos al Dios de nuestros padres, el que sale a nuestro encuentro, el buen pastor en búsqueda de su oveja. El Dios que ve la angustia de su pueblo y baja para acogerlo entre sus brazos. Jesús Nazareno abraza nuestras limitaciones, para liberarnos de ellas, nuestro pecado para redimirnos, y nuestra finitud para hacernos imperecederos. No tiene apellido, porque va más allá de los siglos. Por eso a los nazarenos de Sevilla les dan igual los años o las diatribas, porque los intentos de ganar cinco minutos de gloria barata a costa de siglos de historia se ahogan en el océano del tiempo que son sus brazos y su cruz de carey. ¿Qué más da el tiempo cuando su abrazo es eterno?

Los opinadores pierden de vista que el terreno que pisan es sagrado. Las faltas de respeto en las formas no pueden derribar las profundas raíces de las cinco cruces prendidas en el alma de sus nazarenos. Se puede defender científicamente lo que se quiera, hasta con razón, pero el respeto a las formas y la educación también debe formar parte de la ciencia. La ciencia, cuando se apoya en la soberbia, deja de servir a la verdad. Por eso Jesús Nazareno no es soberbia, sino silencio. No es devolver afrentas, sino abrazarlas. No es quedar por encima, sino aceptar la propia cruz. Todo queda trasformado en verborrea vana, al ser superado por un solo abrazo. Cosas de Jesús Nazareno.

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